LOS REAL VARONA: UNO DE LOS LINAJES DE ESCRIBANOS REALES MÁS ANTIGUOS DE LA MUY ANTIGUA Y LEAL MERINDAD DE VALDIVIELSO (Juanra Seco)

I.- Preámbulo justificativo de este ensayo y de su dedicatoria.
El presente documento es una necesaria reelaboración de un trabajo propio previo[1] que ahora me pide Don Tomás García de Huidobro y Rivas. El mismo, nacido en Santiago de Chile en 1971, es miembro de la Compañía de Jesús y doctor en teología con una tesis doctoral, por la bilbaína Universidad de Deusto, sobre el Cuarto Evangelio. Aunque comparto con él la condición de jurista, pues antes de ser jesuita y teólogo se licenció, como yo, en derecho. Comparto, sobre todo y esto es lo que nos hizo conocernos y mantener una ya larga amistad, el hundir nuestras raíces en el Valle de Valdivielso, de donde yo soy natural. Incluso y esto lo descubriríamos después, un lejano parentesco cuyo tronco común, como se verá aquí, arranca de un escribano real de Quecedo de Valdivielso, emparentado con buena parte de los escribanos reales que ha habido no sólo en el valle, también en la Merindad de Valdivielso.
Nos conocimos de casualidad y también por qué, como bien saben todos mis paisanos, incluso sufren los visitantes ocasionales de Valdivielso, soy muy curioso y, para satisfacer la misma pregunto a todo el mundo quienes son o que buscan en mi tierra natal. Cuando le vi por primera vez se encontraba con su hermano Felipe, también presbítero, mirando y fotografiando una casa torre blasonada en dicho pueblo de Quecedo. Como la misma se encontraba junto al edificio del que yo salía en ese momento, la sede actual del Ayuntamiento de los catorce pueblos que conforman el Valle de Valdivielso, apenas tuve que desplazarme quince metros para saludarles y satisfacer mi curiosidad. Cuando les pregunté que les interesaba conocer de esa casa solariega blasonada de esa misma calle la Luna en que se encuentra nuestra sede municipal, en concreto de la ya desmochada casa torre que se encuentra  situada  en el número 1 de la misma y dentro del denominado Barrio de la Fuente de este pueblo. Me contestaron que buscaban el origen de un ancestro directo suyo que creían que había nacido en esa casa y que fue el que se trasladó a Chile y dio origen a su linaje allá.
No justificaré, innecesariamente, mi condición de preguntón. Ni siquiera buscaré justificación alguna para interesarme por la cuestión concreta que les planteé a los, hasta ese momento, desconocidos visitantes de nuestra tierra. Pues hasta ese momento desconocía casi todo de la misma y de los linajes que la habían habitado. Lo único que conocía en ese momento es que en ella había nacido, a finales del Siglo XVII, Don Francisco Javier García de Huidobro y Gómez de Zorrilla. Que por lo que me contaban desde la chilena Chillan (región del Biobio), había fundado en Santiago de Chile la fábrica de la moneda que allí hubo y cuyo edificio era en la actualidad el palacio en el que estaba la sede de la presidencia de la República de Chile[2].  Precisamente ese famoso personaje, al menos hasta ese momento en Chile, que no tanto en Valdivielso, era el ancestro directo suyo que me decían estaban buscando.
Me resulta necesario en este momento dejar claro, al menos para justificar la dedicatoria a mi primo Tomás (y que hago extensiva a todo su linaje raposo chileno de los García de Huidobro) que, hasta que los conocí, ignoraba radicalmente que ese linaje era también el mío y que era un linaje de escribanos. Entre otras cosas por qué, hasta ese momento, me había importado poco, prácticamente nada, la genealogía.
A la misma sólo había tenido que recurrir, hasta ese momento y de forma forzada para una finalidad muy diferente, una sola vez. En concreto para poder escribir la historia de otro pariente, un hermano de mi bisabuela paterna materna, Bárbara Ruiz de Huidobro y Merino, de nombre Gregorio Antonio, cura que murió envenenado diciendo misa el 26 de Julio de 1914 en la Iglesia de Tartalés de los Montes, también en el Valle de Valdivielso. Envenenamiento que se produce porque un sobrino suyo y primo carnal de mi abuelo Joaquín Seco de Fontecha y Ruiz de Huidobro, Juan Valentín Ruiz de Huidobro y Gutiérrez, había echado la noche anterior una importante dosis de estrictina en las vinajeras de la Iglesia. Mi curiosidad por conocer cómo era ese parentesco con víctima y victimario, incluso el haber sabido así que el segundo apellido de mi abuelo no era el simple Ruiz que el había utilizado siempre, sino el compuesto Ruiz de Huidobro, fue mi primer contacto, y confiaba que último, con la genealogía. Ingenuo de mí, en cuanto publiqué por las redes sociales una primera versión de la historia del cura envenenado se pusieron en contacto conmigo todos o casi todos los Ruiz de Huidobro[3] que en el mundo ha habido
 En definitiva, en ese primer encuentro con los hermanos García de Huidobro (y Rivas), desconocía radicalmente que ese linaje suyo era también el mío. Pues en esos viajes al precitado archivo de Burgos descubrí bien pronto que mi séptimo abuelo por este costado García de Huidobro (que, por supuesto, desde cuatro generaciones antes a la mía se había quedado en el simple García y que en Valdivielso se nos llama con el apodo de “Los Raposos”, que ahora hago extensivo a esta parentela chilena) Don Juan Gregorio García de Huidobro y Gómez de Zorrilla, era hermano del séptimo abuelo cuyos orígenes ellos buscaban. Y, mucho menos aún, era conocedor que la misma había sido sede de una escribanía, por lo menos durante dos siglos. Pues esa casa y linaje, al menos desde el padre de los dos anteriores, y prácticamente hasta que ese oficio deja de ser hereditario en 1864, había sido un linaje de escribanos. Que además entroncó y emparentó con buena parte de los linajes  de escribanos reales que ha habido no sólo en el Valle de Valdivielso, también en la, territorialmente más amplia,  antigua Merindad de Valdivielso. Uno de ellos, el linaje de los Real Varona, el más antiguo que he encontrado entre nuestros ancestros. 
El que dicho feliz encuentro me haya permitido descubrir todo lo anterior, bien merece que dedique el presente escrito a la persona que más me ha provocado, incluso ayudado, a poder escribir todo lo que aquí voy a contar.
Aunque él me ha propuesto titular este ensayo con el sugerente título de: “Matrimonio entre parientes…. mal de familia”. No voy a ser obediente, en esto, con el mismo. En primer lugar, porque quiero ser respetuoso con el linaje de escribanos más antiguos que he encontrado, el de los Real Varona. Y no sólo porque, además, le llevo en mi línea de ancestros directos propios, por más que haya entroncado, más de una vez, con nuestros escribanos reales del linaje raposo de los García de Huidobro. En segundo lugar por qué me  parece irreverente este tratamiento a nuestros ancestros, por más que sea constante que, en mi caso, ese mal de familia está mucho más extendida que en la de mi primo Tomás, pues a diferencia de él tengo, al menos, dos abuelas, que han sido a la vez: hijas, nietas y bisnietas de escribanos de un lado y: de otro esposa, madre y abuela de otros escribanos. Y, sobre todo, porque una de las finalidades de este ensayo es dar a conocer la razón última que llevaba a los escribanos a entroncar sus familias a través de matrimonios, precisamente el peculiar sistema en que este era un oficio hereditario. En el caso de mis linajes de que voy a escribir aquí uno de los más significativos.



[1] Publicado, sin rigurosidad alguna, a través de las redes sociales y en cumplimiento de un encargo realizado por la, tan incansable como imprescindible, buscadora de papeles viejos de nuestra tierra, que es la entrañable Irene Garmilla. Ésta había encontrado y publicado en el muro de la página de Radio Valdivielso unos documentos del antiguo arciprestazgo de Valdivielso, entre los que aparecía uno que recogía un listado de valdivielsanos que hicieron importantes donaciones a la iglesia católica en el año 1860.  Me pedía que tratase de identificar quienes eran los mismos, que oficio habían tenido, familias o linajes a los que pertenecían y posibles descendientes actuales de los mismos, etc. Pues bien, nada más comenzar a cumplir este encargo me encuentro que los dos primeros y más generosos donantes que aparecen en dicho listado, Don Andrés Ruiz-Capillas y Alonso de Celada y Don Narciso Santos Real Varona y Rodríguez Galaz, eran escribanos reales. No solo eso, fui descubriendo poco a poco después que pertenecían a linajes y sagas familiares que venían ejerciendo esta profesión por esta tierra desde hacía siglos. Desde, al menos, principios del Siglo XVI, en el caso de uno de los linajes que arrastraba Don Narciso Santos Real Varona y Rodríguez Galaz. Pues si descubrí que, por el apellido materno, descendía de escribanos. Por los Real Varona agnaticio descubrí que eran los escribanos más antiguos del que tenía noticas. No sólo esto, que este linaje de escribanos más antiguos también era el nuestro. Motivo más que suficiente para afrontar esta reelaboración de un ensayo que comencé a escribir con una finalidad muy diferente. Incluso para que se lo dedique, pues estoy convencido que le encantará conocer que nuestro linaje compartido es, por encima de todo, un linaje de escribanos reales en muchos de nuestros ancestros más antiguos

[2] Fue uno de los hermanos Ysern de Arce que, aunque naturales de Valencia, eran oriundos por rama materna de mi pueblo natal de Arroyo de Valdivielso y que llevaban muchos años ejerciendo el apostado en Chile. Creo que la pregunta no parte del que en ese momento era obispo de Ancud, el hermano mayor Juan Luis, sino de su hermano pequeño, mi entrañable Pitín, también presbítero y profesor de Psicología en la Universidad del Biobio. Y digo pregunta, por qué lo que me había pedido era que le confirmase si en esa casa había nacido este personaje tan importante en Chile, como le habían comentado en uno de sus viajes a Santiago de Chile.

[3] Bueno uno por encima de todos, mi querido primo ya desaparecido, Don Emilio Isidro Imperatori y Ruiz de Huidobro, médico oriundo de Valdivielso, nacido en la uruguaya Montevideo y que ejerció la mayor parte de su vida como médico de Salud Pública en Lisboa, donde se había trasladado por matrimonio. El mismo nos dejó de herencia, a parte de su bonhomía, la obra más completa que hasta ahora se ha publicado de este linaje, con sala solariega en Santa Olalla de Valdivielso: “Los Ruiz de Huidobro, hidalgos de las Merindades de Castilla la Vieja”. Obra en la que, para poder completarla desde Lisboa, me pidió ayuda y, con ella, mis primeros viajes al Archivo eclesiástico del Arzobispado de Burgos y a la Real Chancillería de Valladolid (estos menos costosos, pues vivo junto a la misma). Luego, al publicarla y sabedor que estaba incompleta -pues estas obras no se concluyen nunca- me dejó como herencia particular el bonito detalle de no haber publicado absolutamente nada sobre mis dos ramas de los Ruiz de Huidobro, pues las llevo por vía paterna (que es la misma que la suya) y por vía materna, aunque aún no estoy seguro de haber encontrado el tronco común de los mismos por este linaje. Y claro, con ello, este veneno adictivo que tiene ya para mí la genealogía. Aunque como castigo a tal regalo envenado diré que, a diferencia de lo que él quería, no dedico mis ratos libres a completar el estudio de este linaje, ni siquiera de otros linajes propios, para gran cabreo de mis pocos parientes interesados en el tema. Lo que más me interesa en este momento es el estudio de todos los linajes y apellidos del valle de Valdivielso que, mas pronto que tarde, me veré obligado a extender al de toda la antigua Merindad de Valdivielso. Aunque al fnal y como él me ponosticó llegaré donde el quería, pues me sentenció varias veces que: “Valdivielso, a poco que rascas un poco en tus abuelitos, descubrirás que todos somos parientes”. Sentencia que se está cumpliendo a rajatabla.  

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