Capítulo 30: Don Luis García Huidobro y Doña Teresa García Huidobro

La Rosa, una de las empleadas que servía en la casa de Francisco de Borja García Huidobro Aldunate, peinaba con suavidad el largo cabello de un castaño claro de la joven Teresa García Huidobro Eyzaguirre. Ambas se encontraban en el cuarto de la joven. Eran los primeros días de Diciembre de 1855. "Rosita, digame, ¿para qué otra cosa querría hablar mi papá hoy conmigo? Es sobre mi matrimonio, estoy segura, me quiere casar y hoy me lo va a comunicar".La Rosa, que la había criado de toda la vida, le sonrió, "Ya estaría bueno mi niña, si ya tiene 23 años". La Teresa se dio vuelta, y miró directamente a la Rosa. "Sí, eso ya lo sé Rosíta. ¡Pero casarme con el tío Lucho! Porque no me digas que la cuestión no es con el tío Lucho. El verano pasado se pasó todo el verano en la casa de Catemu, no se despegaba ni un minuto de mi lado, me llenó con sus bromas y atenciones. Y durante el invierno me invitó a pasear varias veces por la Alameda". El rostro de la Rosa delataba la gracia que le provocaba la situación. Por supuesto que la empleada sabía todo al respecto. Si oía todo lo que se hablaba en esa casona. "¿Y habría mejor candidato que Don Luis García Huidobro Aldunate? Mija, no hay mejores matrimonios que los concertados entre primos o tíos. ¿O me va a decir que sería la primera vez que este tipo de matrimonio se concerta en su familia? Además, pongamonos serias, Don Luis García Huidobro es un hombre de grandes cualidades. ¿O me lo va a negar?". La joven bajó la cabeza como pensando. Se dio vuelta y dejó que Rosa continuará arreglándola. 

Sí, la Rosa tenía razón. El tío Luis García Huidobro Aldunate, si bien era 21 años mayor, se veía bastante más joven...y lo más importante, con experiencia. Ya había estado casado desde 1837 a 1853 con Doña Clementina de la Cerda, la que no había aportado nada al matrimonio. Como decían todos, ese había sido un matrimonio por amor. De ese matrimonio había nacido un sólo hijo, su primo Ricardo García Huidobro de la Cerda, un joven muy bien educado y muy cercano a su padre. Don Luis, no era particularmente ambisioso, administraba una hijuela que poseía en el fundo Huelquen de Paine, además de ser diputado por Rancagua, Cachapoal y Maipo. Era profundamente religioso, y siempre repetía que quería que su entierro fuese muy modesto. La joven Teresa, se levantó y se fue a mirar al espejo. La Rosa desde atrás la miraba más seria. "¿Es que acaso la Señorita soñaba con un matrimonio por amor? ¡Tonterías!" ¿Quién sabe?. penso la Teresa. Hoy en día cada vez son más comunes los que se casan por amor. No es sólo la influencia tonta de las novelas inglesas, como decían los más conservadores. Un ruido se escuchó en la entrada. Teresa se dió la vuelta. "Mi papá ya ha regresado a casa!" dijo aterrada.

Francisco de Borja García Huidobro Aldunate, era el sexto hijo de Vicente Egidio García Huidobro y de  la Carmen Aldunate Larraín. Había nacido el 26 de septiembre de 1800 y le llevaba 12 años a su hermano menor, Luis García Huidobro Aldunate. Don Francisco era uno de los hombres más ricos de Chile, explotaba una gran parte de la hacienda de Catemu, donde había realizado una serie de mejoras en el sistema de regadío aumentando considerablemente la producción. Había sido diputado por Santiago entre 1843 y 1846; por San Felipe entre 1846-1849; por Santiago, de nuevo, entre 1849 y 1852; y al presente era Senador suplente por Santiago. Se había casado la primera vez con Doña Rita Eyzaguirre Larraín, que era 15 años menor que él, que le dio varios hijos y que murió junto a su hija en el último parto en 1842. Si bien, Don Francisco de Borja pasaba gran parte de su tiempo viviendo en la hacienda de Catemu, una vez que enviudó fue rara vez la que salió.  Sin embargo, de a poco fue saliendo de la vida monacal que había adoptado y decidió casarse por segunda vez, en esta ocación en 1852 con Doña Mercedes Marquez de la Plata, 19 años más joven, y que en el momento del matrimonio tenía 33 años. Fue después de este matrimonio, y después que Luis quedará viudo en 1853, cuando tuvo una primera y larga conversación con su hermano menor sobre la posibilidad de concertar un matrimonio con su hija Teresa García Huidobro Eyzaguirre, la que había nacido el 9 de octubre de 1833, y que ese año de 1853 tenía 20 años. En todo caso fue la primera de una larga serie de conversaciones. No se trataba sólo de conseguir las dispensas eclesiales, sino de ponerse de acuerdo en una serie de asuntos patrimoniales. La preocupación de Don Francisco de Borja García Huidobro Aldunate era dejar bien protegida a su hija Teresa. Así, se fueron acordando los siguientes puntos, Don Luis recibiría de su hermano la suma de 23, 465 pesos, en distintos períodos de tiempo, que si bien podría administrar, pertenecerían a su hija Teresa García Huidobro. También Don Francisco de Borja le daría a Don Luis la suma de 236 pesos por la venta de ciertos animales, y 2 mil pesos para que gastase en alhajas y panseas para su futura esposa. Finalmente la Teresa recibiría 1076 pesos de su padre y parientes por los regalos de boda que recibiría. Toda esta cantidad nada menor de dinero, que tenía la ventaja de quedarse en la familia, sería administrada por Don Luis García Huidobro a sabiendas que le pertenecía a Teresa García Huidobro. 

Cuando bajo al salón ese día de Diciembre de 1855 a Teresa García Huidobro Eyzaguirre le latía el corazón. Su rostro estaba palido. Cerca de uno de los espejos dorados que su padre hereadara de su padre Vicente García Huidobro Morandé, éste se encontraba de pie, apuesto y de buen porte. "¡Mi Teresita! ¡Tengo grandes noticias para ti!". Ella se acercó y le tomó las manos. Era imposible siquiera sonreir. Estaba aterrada. "He arreglado un matrimonio inmejorable para Usted".  Ella suspiró profundamente, como quien se rinde ante lo inminente. "Se trata de su tío, Luis García Huidobro Aldunate, uno de la familia, mi propio hermano, un caballero que sabrá tratarla como una reina que es lo Usted es". Don Francisco de Borja abrazó a su hija y le sonrió. Estaba convencido que Don Luis  era el mejor partido para su hija. Ella lo miró, y se limitó a confirmar: "Gracias Papito mio".

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