Capítulo 10 : Matrimonio entre García Alonso de Huidobro y Ana de Pereda

Esa mañana de primavera de 1605 Ana de Pereda salía de su casa, muy bien vestida, su cabeza cubierta de un velo negro,  y llevando entre sus manos un ramo de flores, para dirigirse junto a su padre, Miguel de Pereda a la Iglesia de Sta. Eulalia para contraer matrimonio con García Alonso de Huidobro, el primogénito de Pedro Fernández de Quintano. Los padres de los novios, Miguel de Pereda y Pedro Fernández de Quintano eran primos hermanos, ambos eran hijos de las hermanas Elvira Fernández  y Ana Fernández respectivamente, hijas de Alonso Fernández del Barrio,  el viejo. Por lo tanto, Ana de Pereda se estaba casando con su primo en segundo grado, García Alonso de Huidobro. Y estaba feliz. Ambos habían crecidos juntos en Quecedo. Se conocían de toda la vida. Además García Alonso de Huidobro era un buen partido en el Valle de Valdivielso. Habría de heredar el mayorazgo de los Alonso de Huidobro, con sus casas y tierras en Quecedo, Población y otros pueblos, además del cargo honorario de Tesorero del Tribunal de la Inquicisión en Sevilla. Su padre, por lo demás, también había aportado con una buena dote al matrimonio. Mal que mal los Pereda, según se contaba de generación en generación descendían de un caballero que peleó junto a Don Pelayo, que floreció en aquella época, y dio principios al linaje de los Cevallos en los campos de Pereda que es conocido como el valle de Valdariga en las Asturias de Santillana. De allí se extendieron hasta Medina de Pomar y el Valle de Valdivielso, siempre compartiendo el mismo escudo. 

En la puerta de la Iglesia estaba reunido la mayor parte del pueblo, y como siempre en primer lugar los parientes más cercanos. Todos juntos, con el novio y el sacerdote a la cabeza se acercaron al altar. Ahí estaba el poderoso tío Alonso de Pereda, que era el que había heredado el mayorazgo de los Pereda, junto a su mujer Ana Gonzalez de Incinillas Huidobro, hermana del difunto Alonso de Incinillas Huidobro el Señor de la Casa fuerte de los Huidobro que había estado casado con Urbana Fernández, hija de Alonso Fernández el mozo, y nieta de Alonso Fernández el viejo. El matrimonio entre Alonso de Pereda y Ana Gonzalez de Incinillas Huidobro, fue un matrimonio tardío, y quizás por eso no pudieron tener hijos. Alonso de Pereda estuvo muchos años en relación con un mujer que le dio muchos hijos pero con la que no se pudo casar por su posición social. Ana González Incinillas de Huidobro saludo afectuosamente a la novia. "¡Mi hija querida que Dios la bendiga y la haga muy feliz!". Junto a su lado estaba el tío Diego de Pereda y su mujer María Rodríguez de la Puente junto a uno de sus hijos, su primo Miguel de Pereda casado con Casilda González. "¡Felicidades Prima querida! ¡Y ten prisa para darle un primo a nuestro pequeño Diego!". Efectivamente, corriendo por allí y por allá estaba el pequeño Diego Pereda González, en ese tiempo ya de 10 años que con el tiempo se convertiría en sacerdote, Abad y Señor de Serboy y de catorce lugares de juridicciones, el valle de Monterrey del reino de Galicia, el obispado de Orense y examinador general, visitador y gobernador en sede vacante, capellan mayor y administrador del hospital real. Todos estos parientes, y muchos más entregaron a la novia al novio. El sacerdote fue testigo del sacramento en una ceremonia que todavía gozaba de mayor libertad en relación las directrices del Concilio de Trento que todavía no era del todo conocido. Cuando los novios fueron declarados marido y mujer, Ana se retiró el velo del rostro y sonrió como nunca antes a García. "¡Finalmente juntos y para siempre!". García también sonrió. "¡Para siempre, mi Anita!"

La fiesta continuaria al aire libre, en las mesas dispuestas en el campo junto al Palacio de los Huidobro pegado a la Iglesia de Sta Eulalia. Los hombres en un lado, y las mujeres en el otro. Comida en abundancia, música, bailes  y juegos de todo tipo. En un momento dado Miguel de Pereda, el padre de Ana, se acercó a su primo Pedro Fernández de Quintano. "¡Primo querido, hemos concertado un buen matrimonio!" Pedro se le quedó mirando, sonrió, "Así es, tengo la misma impresión!". 


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