Capítulo 31: Javiera Echaurren García Huidobro

Con la revolución criolla de la independencia, y luego de un breve período de anarquía, la situación de Chile fue mejorando considerablemente. La aristocracia fue capaz de crear instituciones de carácter autocrático que le dieron una gobernabilidad al país, al menos en comparación con sus vecinos. Los decenios de Prieto, Bulnes y Montt dieron estabilidad y prosperidad a cambio de represión de libertades políticas y democráticas. Por supuesto, el derecho de la ciudadanía en plenitud pertenecía a los patricios, lo mismo que las fuentes productivas que conocieron un desarrollo acelerado gracias a la mineria y a la exportación agropecuaria. Los patricios seguían temiendo a los rotos a quienes consideraban flojos, ociosos, y viciosos. Por supuesto que se levantaron voces contra la condición oprimida y anónima de las masas, como la sociedad de la Igualdad y las protestas contra el Gobierno de Montt en 1851, pero todas fueron fuertemente reprimidas. Con todo, esta fuerza daría  origen de los liberales, con los que el Gobierno del Nacional de José Joaquín Peréz fue acercando posiciones para gobernar. Entre tanto, Santiago seguía siendo un pueblo, pero con algunos edificios memorables, como la Casa de Moneda, la Universidad de Chile, la Escuela de Artes y Oficios, y algunas casas de gente rica construidas al estilo francés. Sin embargo la capital seguía siendo un espacio descriminador. Los rotos seguían  viviendo en sus ranchos de miseria a las afueras de la ciudad, mientras que el centro iba adoptando modos y estilos más europeos. Las coloniales canaletas se cerraban mientras se construía un sistema de alcantarillado bajo tierra; además se fue instalando un sistema de alumbrado público y de agua potable en el centro de la ciudad. 

Esa tarde de Agosto de 1863 era particularmente fría, y la gestión que movía a Luis García Huidobro Aldunate muy desagradable. Caminaba de prisa, bien aperado con un abrigo estilo inglés. Se inclinaba levemente, con el típico gesto de tocarse el borde del sombrero, ante quienes le  saludaban por la calle. Pero no se detenía a conversar con ninguna persona. Quería llegar a tiempo a casa de su sobrina, Javiera Echaurren García Huidobro. Esta era la segunda hija de Juana García Huidobro Aldunate, nacida en 1797, la quinta hija de Vicente Egidio García Huidobro Morandé, que se había casado con José Echaurren Herrera, nacido en 1789. A pesar que Luis García Huidobro era tío de la Javiera Echaurren, y que le llevaba 17 años de diferencia, había una especial cercanía entre ellos. En el corto período de exilio en el Perú que sufrió la Javiera junto a su marido tras la revolución de 1851, Luis siempre tuvo gestos cercanos con ella. Y es que él era un pechoño católico de esos a la antigua, y en su imaginario, siempre se representaba a su sobrina Javiera capturada por el oportunista, colérico y anticlerical de su marido Federico Errazuriz Zañartu. Y eso desde el principio, ya que fue muy comentado en la familia García Huidobro que Federico Errazuriz había hecho un matrimonio de conveniencia con la rica heredera de la hacienda Colchagua. Sin embargo, la Javiera Echaurren García Huidobro nunca dio muestras de descontento con su matrimonio. De hecho el gran numero de hijos que tuvieron parecía indicar lo contrario. Cuando Luis García Huidobro  llegó finalmente a la casa de estilo francés, un criado le abrió la puerta y lo condujo al salón. "La Señora lo está esperando" le dijo mientras tomaba el abrigo y el sombrero. 

La sala era esplendida. Decorada al más puro estilo fránces, no dejaba rastro de la austera cultura vasco-castellana de la Colonia. Sentada en un sofa con un bordado en las manos estaba la figura de 34 años de Javiera Echaurren García Huidobro. Cuando se levanto dejó ver su postura aristocrática, de gestos finos, su cara un poco redonda, sus ojos obscuros profundos, su pelo recogido en un moño hacía atrás. "¡Tío Lucho! ¡Qué alegría es la que me regala con su visita!" Ambos se abrazarón cariñosamente. Javiera preguntó sobre su  prima hermana y mujer de Don Luis García Huidobro, la Teresa García Huidobro Eyzaguirre. "Tu ya sabes-contestó Luis-firme como un roble. La matriarca del clan". Javiera hecho a reír. "¡Sí, tal cual lo dice tío Lucho, la matriarca del pueblo de Israel!" Ambos rieron. "Sí, es verdad, -complementó entre en serio y en broma Don Luis-queremos que nuestra familia sea verdaderamente una familia encomendada a Dios. Ya tenemos a nuestro Moisés, a la Luisa, a la Sara, y a Raquel, y mira que si el próximo hijo que nos nazca es hombre le tenemos ya elegido el nombre, será Aarón García Huidobro García Huidobro". La Javiera lo miraba atonita, con cariño y divertida. "Si que sóis una familia creyente" remató. "Si lo somos,- espeto esta vez serio Don Luis-, y creemos que en los momentos que vive la República los católicos tenemos que tener las cosas muy claras, tan claras como la tuvieron tus padres, y tus abuelos. ¿No lo crees así?" Doña Javiera le tomó el brazo mientras lo conducía a un sofa para que tomará asiento. "Mi tío querido, por supuesto que lo tengo claro. Soy hija de la Iglesia, y no se imagine por favor que mi marido tiene animosidades contra los señores obispos. No crea todo lo que se dice contra Federico". Don Luis García Huidobro se sentó y ambos siguieron conversando de diversos temas. De las próximas fiestas patrias, de las cuestiones del campo, y algunas cuestiones de la familia. Ambos sabían que la presencia de Federico Errazuriz Zañartu deambulaba por las afueras del salón esperando su turno para hacer la entrada triunfal. Eso era lo que lo entretenía. El suspenso. El riesgo. Y jugar un poco con este García Huidobro, diputado por Valparaíso, y encargado de las relaciones entre el Congreso y la Iglesia.

Y así, y de manera imprevista, se sintieron los pasos apresurados de Federico Errazuriz Zañartu acompañdo de su hijo de 13 años, ya un hombrecito, Federico Errazuriz Echaurren. Más bien bajo, con el ceño concentrado, una barba castaña bien cuidada y una calva creciendo, entró sonriendo, "¿Dónde está mí tío el flamante diputado por Valparaíso? ¿Dónde está para poder abrazarlo?". Don Luis García Huidobro se levantó de un salto y le dio un buen abrazo. "¡En hora buena al nuevo ministro de Justicia, Culto e Instrucción! ¡Qué honor y responsabilidad! ¡Lo venía a felicitar por Dios!" Don Federico Errazuriz se sentía satisfecho. "¡Muchas gracias tío querido! ¿Ya ha visto lo que ha crecido mi hijo Federico Errazuriz Echaurren? ¡Saluda niño por Dios!" Ambos se saludaron amablemente y todos volvieron a tomar sus asientos mientras se ofrecía matte o té. Don Luis García Huidobro de nuevo expresó lo contento que se sentía por la tremenda confianza y responsabilidad que Don Federico había recibido del Presidente José Joaquín Peréz. "Yo pensé-afirmó Don Federico Errazuriz-que vendría acompañado por Silvestre Ochagavia y la Concepción Echaurren. Aún estoy esperando sus enhorabuenas". La ironía del comentario no hiso reaccionar a Don Luis García Huidobro Aldunate, quien siguió sonriendo como si nada. Don Silvestre Ochagavia era cuñado de Don Federico Errazuriz, era el marido de Concepción Echaurren García Huidobro, la hermana menor de Javiera. Don Silvestre, al igual que Don Luis García Huidobro, era un conservador de tomo y lomo. Había sido oficial mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores en 1846, durante el gobierno del General Bulnes. Durante 1847-1850 había estado en Europa realizando misiones diplomáticas, y en 1852 fue ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública. Todo esto mientras Federico Errazuriz Zañartu, su cuñado partía al exilio al Perú por apoyar las revueltas de 1851.En 1858 había sido elegido Senador por Santiago, cargo que ejercía hasta el presente. "La verdad es que vi a Don Silvestre hace poco, estuvimos almorzando en el Congreso-comentó Don Luis García Huidobro-se le veía muy bien. Estoy seguro que estará muy contento con su nombramiento, y que pronto aparecerá para darles las enhorabuenas". Federico Errazuriz Zañartu sonreía con ironía mientras se deleitaba en el tiempo de su triunfo. Luis García Huidobro agrego con gentileza, "supongo que ahora más que nunca, ya que el ministro de Justicia, Culto e Instrucción y el diputado encargado de las relaciones entre el Congreso y la Iglesia, somos familia, podremos dialogar de manera abierta y honesta sobre la supuesta conveniencia de las leyes laicicistas que algunos pretenden sacar adelante". Como si nada, Luis García Huidobro tomó la taza de té y tomó un sorbo. Y si esperaba encontrar la cabelloridad de un Errazuriz, sólo encontró la mirada fría, calculadora y ambisiosa de quien está jugando su juego a vida o muerte. "No se equivoque tío Lucho, por el bien de la República, le prometó que en menos de dos años ya tendremos una Ley interpretativa de libertad de cultos, que le dará a muchos luteranos y miembros de otras religiones, incluso mazones, profesar en resintos privados su religión. ¿Quiere apostar una hacienda?". Don Luis García Huidobro se puso rojo como un tomate. No sabía responder a la mala educación. Este Errazuriz era un descreído, como muchos decían, sería capaz de vender a su madre con tal de ver caer a la Iglesia. Y pensar que algunos lo proyectan como futuro Presidente de la República.  Calló mientras Federico Errazuriz lo miraba como quien está frente a un competidor que no está a tu altura. Entonces, la Javiera Echaurren García Huidobro se acercó con un terrón de azucar y al ponerlo en el té de Don Luis, se acercó a su rostro para susurrarle, "no crea todo lo que se dice de Don Federico Errazuriz Zañartu"

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