Capítulo 17: Pedro Manuel Garcia Goméz de Zorrilla compra la casa del Cantón

En invierno los días son más cortos en Medina de Pomar. En el centro de la ciudad, en la casa de los García Goméz de Zorrilla, unos padres esperaban que en cualquier momento regrese su hijo Pedro Manuel de Quecedo. Los padres en cuestión eran Juan García Ruíz y Doña María Goméz de Zorrilla, ambos hijos de algo. De pronto y acerándose desde el empedrado del pueblo se distinguieron los inconfundibles pasos del caballo de Pedro Manuel, el joven escribano real de 29 años. Lo de la escribanía la había heredado de su abuelo Goméz de Zorrilla, también oriundo de Medina Pomar. La mujer abrió la puerta y dejó entrar con caballo y todo a su hijo. Este desmontó, le sacó la montura a su caballo y luego de darle unas cariñosas palmadas, subió al segundo piso donde le esperaba una buena sopa con un vino nada despreciable. Apenas llegó al comedor, se desplomó sobre la silla del comedor y le sonrió a su Padre. "Veo que todo resultó bien" afirmó Don Juan García Ruiz. "La verdad es que sí, y estoy feliz" afirmó el joven. Su madre se le acercó, le dio un buen bezo en las mejillas mientras se quejaba, "asi es que finalmente emigras a la tierra de tus abuelos". Pedro Manuel rio de buena gana mientras se aprestaba a tomar otro trago de ese vino fenomenal. "Madre, Usted habla como si me fuese ir a las Américas", siguió riendo, "si se trata sólo de Quecedo, si está aquí a la vuelta de la esquina". "A la vuelta de la esquina" parafraseó Doña María Goméz de Zorrilla mientras se limpiaba con un delantal. "Vamos a dejarnos de rodeos y cuentanos cómo fue la conversación con Josepha Alonso de Huidobro" interrumpió ya algo molesto Juan García Ruiz. Pedro Manuel tomó un buen trozo de pan, lo mojó en la sopa, y mientras lo masticaba fue explicando su aventura. "Como sabéis Doña Josefa es una mujer enferma, llena de achaques, pero su cabeza...¡por Dios, se la quisiera el mismo Rey! Discutimos los últimos términos del contrato de matrimonio con la Francisca Antonia Huidobro y luego procedí a darle todos los documentos para la compra de la casa del Cantón. Eso es todo". "¿Eso es todo? ¡Cuenta más mal agradecido!" interperló la madre, lo que de nuevo hizo que Pedro Manuel riera. "¿Qué más os puedo decir? La dote ya la habíamos convenido antes, y como sabéis es sustanciosa. Y en cuanto a la casa, las dos mujeres, Josepha y la Francisca Antonia estan fascinadas con los cambios que pretendó hacer. Una escribanía real en Quecedo es algo importante para el pueblo. Va a quedar estupendo". Juan García Ruiz lo miró orgulloso. "Estoy orgulloso por ti hijo mio, los Huidobro Alonso de Huidobro son familia importante en Quecedo y en Valdivielso. Has hecho un buen matrimonio". Pedro Manuel sonrió satisfecho. "Lo sé. Y les diré algo más, en la tarde salimos a caminar con la Francisca Antonia, ya sabéis, no es ninguna niña, tiene mi edad, 29 años. Es una mujer que me agrada. Tiene los pies sobre la tierra. ¡Si hasta hablamos cuántos hijos quisieramos tener!" "¿Y cuántos serían?" no se aguantó Doña María Goméz de Zorrilla. "¡Madre querida, sois muy divertida! ¡Los que Dios dé por supuesto, pero le aseguro que no serán menos de siete!" Don Juan García Ruiz rió de buena gana. "¡Que juventud la de hoy día!"

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