Capítulo 29: Don Francisco de Borja Segundo García Huidobro Eyzaguirre

Cuando llegaron a la hacienda de Catemu los estaban preparando en la puerta, su padre, Francisco de Borja García Huidobro Aldunate que estaba acompañado por su hermano menor, Luis García Huidobro Aldunate junto a su Señora Doña Clementina de la Cerda Troncoso, y su hijo Ricardo García Huidobro de la Cerda que en ese entonces tenía 14 años. Todos se abrazaron con efusión. "¡Que alivio que hayan llegado a salvo!-exclamó Francisco de Borja García Huidobro- Aunque la calma ha retornado, corren los rumores que los caminos no estan lo suficientemente seguros del bandidaje...temíamos por ustedes". La Teresita abrazó más fuerte a su padre. "Todo esta bien, papito, todo esta bien. Ahora lo importante es instalarnos y animar a nuestro valiente Francisco de Borja Segundo". "Tiempo habrá, ahora esta durmiendo en su habitación. Bajará a comer a eso de las ocho. Por ahora a lavarse y cambiarse de ropa". La servidumbre se apresuró en tomar las maletas mientras entraban en la casa. Las Teresita pidió que le prepararán un baño, mientras que Javier iba a dar una vuelta antes de cambiarse de ropa.
Cuando bajaron al comedor a eso de las ocho, les avisaron que la comida se serviría en el living porque allí, frente a la chimenea´y recostado en un sofa podía estar más comodo Don Francisco de Borja Segundo. Cuando entraron todo estaba como en tinieblas. Algunos candelabros y el resplandor de la chimenea era lo único que iluminaba el salón. Un joven alto estaba al lado del herido, apenas se dió cuenta de la entrada de los hermanos García Huidobro Eyzaguirre, se adelantó para saludarlos. "Me llamo Enrique Foster, soy amigo de vuestro hermano". Más atrás, estaban Francisco de Borja y su hermano Luis García Huidobro, luego el joven Ricardo García Huidobro de la Cerda y su madre Clementina. La Teresita se acercó lentamente junto a Javier. Desde las sombras se podía ver cuan serías habían sido las heridas del joven Francisco de Borja Segundo. Aunque estaba vendado en toda la parte superior del torso, su rostro se encontraba de un color morado intenso. Parte del cuero cabelludo también se encontraba rapado. "Hermanos querido, mirén en las condiciones que nos encontramos" exclamó, mientras la Teresita no pudo evitar hecharse a llorar. "¡No te pongas melodramática Teresita! ¡Estoy vivito y coleando!" "¿Te duele mucho? preguntó Javier con admiración. "Algo, claro que cada día siento que están volviendo las fuerzas" y prosiguió sabiendo que tendría que repetir la misma historia mil veces. "Nuestro ejército y el del General Cruz anduvimos dándonos caza como un gato y un ratón por varios días. En momentos ellos eran los que parecían los perdedores, otros eramos nosotros. Nadíe podía definir el descenlace. En un momento dado, nuestro ejército, agotado y sin pertrechos, cruzamos el Ñuble de noche a vista y paciencia de nuestros enemigos que fácilmente nos pudieron haber aniquilado. Yo estaba aterrorizado. Nunca había sentido la muerte tan cerca. Como mirándome a los ojos. Sin embargo, no hicieron nada, nos dejarón cruzar y huir rapidamente". "Seguramente ya se sentían vencedores" sentenció Francisco de Borja padre. "Es probable-añadió Luis García Huidobro- aunque gracias a Dios por estos avatares tan imprevistos de las guerras". La Teresita tomó la mano de su hermano herido y le alentó para que siguiera su relato. "Los dos ejércitos marchabamos en paralelo, como buscando el lugar indicado para la batalla. Los del General Jose Maria de la Cruz iban por el camino real y nosotros más inclinados al poniente. Entonces en un momento dado, a inicios de Diciembre, el General Bulnes se decidió acampar al pie del cerro Bobadilla, en la confluencia del Loncomilla con el Maule". Suspiró, hizo una pausa, la Teresita le dio a beber un poco de agua mientras le acariciaba las manos. "La batalla se realizó el 8 de Diciembre. En cada lado habra habido unos 3500 a 4000 hombres. Una masa enorme. Lo que viví no se puede describir. Fue horrible. Ver a mis amigos caer como sacos inertes a mi lado. Tratabamos de avanzar para aniquilar al enemigo, pero estos estaban bien protegidos en unas casas a lo alto. Las balas sumbían como avejas por todos lados. Y así de pronto, como si se tratase de un telón de teatro que cae luego de una función, sentí una quemadura en el pecho y todo se obscureció. Horas después me encontraba en la tienda del hospital. Cuando recobré la memoria, sentí un agradecimiento enorme por mi vida. Esto es algo indescriptible. Y luego...luego la alegría del encuentro con los amigos sobrevivientes y la extraordinaria noticia de nuestra victoria. No podéis imaginar cuánto agredecía Dios por cada uno de ustedes". Fue algo natural, todos se abrazarón. Francisco de Borja Segundo estaba vivo, y siguiría estándolo por muchos años más. Con el tiempo se haría liberal, seria diputado por Putaendo y Santiago, iniciaría varias actividades económicas, algunas sin mucho éxito. Se casaría con Amelia Cazotte Alcalde con la cual tuvo a su único hijo Enrique García Huidobro Cazotte, luego se casaría de nuevo con Carmen Vidal y finalmente se retiraría a su Catemu preciado, aquel que le devolvió la vida en 1851 y donde moriría en 1914.
Cuando bajaron al comedor a eso de las ocho, les avisaron que la comida se serviría en el living porque allí, frente a la chimenea´y recostado en un sofa podía estar más comodo Don Francisco de Borja Segundo. Cuando entraron todo estaba como en tinieblas. Algunos candelabros y el resplandor de la chimenea era lo único que iluminaba el salón. Un joven alto estaba al lado del herido, apenas se dió cuenta de la entrada de los hermanos García Huidobro Eyzaguirre, se adelantó para saludarlos. "Me llamo Enrique Foster, soy amigo de vuestro hermano". Más atrás, estaban Francisco de Borja y su hermano Luis García Huidobro, luego el joven Ricardo García Huidobro de la Cerda y su madre Clementina. La Teresita se acercó lentamente junto a Javier. Desde las sombras se podía ver cuan serías habían sido las heridas del joven Francisco de Borja Segundo. Aunque estaba vendado en toda la parte superior del torso, su rostro se encontraba de un color morado intenso. Parte del cuero cabelludo también se encontraba rapado. "Hermanos querido, mirén en las condiciones que nos encontramos" exclamó, mientras la Teresita no pudo evitar hecharse a llorar. "¡No te pongas melodramática Teresita! ¡Estoy vivito y coleando!" "¿Te duele mucho? preguntó Javier con admiración. "Algo, claro que cada día siento que están volviendo las fuerzas" y prosiguió sabiendo que tendría que repetir la misma historia mil veces. "Nuestro ejército y el del General Cruz anduvimos dándonos caza como un gato y un ratón por varios días. En momentos ellos eran los que parecían los perdedores, otros eramos nosotros. Nadíe podía definir el descenlace. En un momento dado, nuestro ejército, agotado y sin pertrechos, cruzamos el Ñuble de noche a vista y paciencia de nuestros enemigos que fácilmente nos pudieron haber aniquilado. Yo estaba aterrorizado. Nunca había sentido la muerte tan cerca. Como mirándome a los ojos. Sin embargo, no hicieron nada, nos dejarón cruzar y huir rapidamente". "Seguramente ya se sentían vencedores" sentenció Francisco de Borja padre. "Es probable-añadió Luis García Huidobro- aunque gracias a Dios por estos avatares tan imprevistos de las guerras". La Teresita tomó la mano de su hermano herido y le alentó para que siguiera su relato. "Los dos ejércitos marchabamos en paralelo, como buscando el lugar indicado para la batalla. Los del General Jose Maria de la Cruz iban por el camino real y nosotros más inclinados al poniente. Entonces en un momento dado, a inicios de Diciembre, el General Bulnes se decidió acampar al pie del cerro Bobadilla, en la confluencia del Loncomilla con el Maule". Suspiró, hizo una pausa, la Teresita le dio a beber un poco de agua mientras le acariciaba las manos. "La batalla se realizó el 8 de Diciembre. En cada lado habra habido unos 3500 a 4000 hombres. Una masa enorme. Lo que viví no se puede describir. Fue horrible. Ver a mis amigos caer como sacos inertes a mi lado. Tratabamos de avanzar para aniquilar al enemigo, pero estos estaban bien protegidos en unas casas a lo alto. Las balas sumbían como avejas por todos lados. Y así de pronto, como si se tratase de un telón de teatro que cae luego de una función, sentí una quemadura en el pecho y todo se obscureció. Horas después me encontraba en la tienda del hospital. Cuando recobré la memoria, sentí un agradecimiento enorme por mi vida. Esto es algo indescriptible. Y luego...luego la alegría del encuentro con los amigos sobrevivientes y la extraordinaria noticia de nuestra victoria. No podéis imaginar cuánto agredecía Dios por cada uno de ustedes". Fue algo natural, todos se abrazarón. Francisco de Borja Segundo estaba vivo, y siguiría estándolo por muchos años más. Con el tiempo se haría liberal, seria diputado por Putaendo y Santiago, iniciaría varias actividades económicas, algunas sin mucho éxito. Se casaría con Amelia Cazotte Alcalde con la cual tuvo a su único hijo Enrique García Huidobro Cazotte, luego se casaría de nuevo con Carmen Vidal y finalmente se retiraría a su Catemu preciado, aquel que le devolvió la vida en 1851 y donde moriría en 1914.
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