Sobre la "Casa del Salao", la Escuela y otros temas (Juanra Seco)


Primera Parte
Bueno, toca volver a esta ventana abierta al mundo de mi pueblo natal y donde pasé la mayor parte y, sin duda, lo mejor de mi infancia. 
Si como dice Rielke, la única patria posible del hombre es su infancia, mis diez primeros años de la misma son: Canaleja, el Desfiladero de la Gargantilla hasta el Paso del Estrecho, incluso pasado este llegarnos hasta la Fuente de San Pedro donde nace el arroyo, otrora cangrejero, que da nombre a nuestro pueblo, incluso llegar hasta la Tesla y pasar, por el Portillo de Medina, hasta el pueblo natal de mi madre, Bustillo, la pese a eso quecedana Poloni, tirarnos por los Resbaladizos, incluido ese temido La Canal, refrescarnos en La Fuente de las Calenturas y aprender a nadar en la Poza que, con “los hijos del Capitán” (los De la Corte y García de Huidobro), reconstruíamos todos los años, coger te en todos los riscos, ir a comer el rosco de Pascua a las Cabañas de los Moros y si, como pasaba casi siempre, teníamos a habitual guerra de botones con los más numerosos invasores de Quecedo (algún amigo mío del alma, diga lo que diga el catastro, sigue diciendo que la mitad de las Cuevas de los Moros es de Quecedo) al año siguiente subir a comer el rosco a Picote, coger cangrejos, sobre todo, con Juan Luís Mata (no quiero apuntar el nombre de los miedosos), en fin aprender a jugar al mus en la hoy denominada cantina de Milita, con ese maestro impagable de todos los musolaris que en el mundo han sido que fue Colas Mata, que casi siempre haciendo pareja con el gran Valentín Fernández Quintano, el carpintero-cantero de Arroyo, nos enseñó a sus respectivos sobrinos y nietos los hermanos Mata y a mi a jugar al mus, incluso que muchas veces no hacía falta hacer las señas reglamentarias (cuando cualquiera de los dos decía “mus, mus”, tenía dos reyes y otras varias mañas que no vienen ahora al caso pero que escribiré cuando rinda la pleitesía necesaria al más bonito juego de cartas que conozco). Y otro montón de sucedidos que dejo para mejor ocasión, para no hacer de esta introducción una historia interminable.

Segunda Parte El motivo que me trae aquí, en esta ocasión, es bien diferente. La primera foto que acompaño es de la que en mi infancia llamábamos todos “La casa del Salao”. Y que, últimamente, he oído nombrar a alguno como “La Casa de Trini”. Pero que, como acreditó en el documento de la tercera foto que acompaño, el nombre que la dieron sus constructores, los hermanos Diez de la Torre, fue “La Casa de la Peña”. Hago especial hincapié en esta última, como denominación histórica de esta casa, por qué no hace mucho me tocó polemizar con su actual propietaria, Trini, que fiándose en exceso de la que a mi me gusta seguir denominado “La Biblia del Valle” (vamos el libro sobre el Valle de Valdivielso que publicaron en 1930 el cronista oficial de la provincia, el presbítero Luciano Huidobro y el magistrado Julián García y Sainz de Baranda) denominaba a la misma como “La Casa de los Capellanes”. 
Tengo perfectamente acreditado también cual era la verdadera “Casa de los Capellanes” y los dos escudos que tenía la misma. Estaba situada poco más de 100 metros más arriba, y formaba parte con la torre y con la ermita del solar del poderoso linaje de los Varona. De hecho se llamaba así, por qué en dicha casa vivían los dos capellanes que servían a los numerosos integrantes de esa familia Varona. 
Esta casa que ya estaba arruinada cuando los precitados autores recorrieron Arroyo para escribir el libro y a duras penas pudieron fotografiar (bueno las fotografías son del gran Eustaquio Villanueva) sus dos escudos (sin duda Varona y entroques) se terminó de derribar en 1937. Lo se, por qué mi tía, la arroyana recientemente fallecida Alicia Seco de Fontecha y García de Huidobro, me contó hace unos años que, con esa piedra, se reconstruyó la parte incendiada de mi casi natal. Ahora que ha muerto también mi tía Elena, puedo contar lo que, como siempre se insinuó en mi familia, pasó en realidad y contado por la única testigo presencial del incendio: la también fallecida Dominica, la hija de Gregorio Mañas: el incendio se inicia en la cocina de la planta superior que, como seguía ocurriendo en mi infancia, siempre se usó para “curar al humo y al viento norte” los chorizos. Y ello así por qué, al parecer, mi tía Elena tenía mucha prisa por volver a jugar con su amiga Dominica, razón por la cual dejo muy fuerte la lumbre que había prendido para curar los chorizos y las llamas alcanzaron las varas que se utilizaban para colgar los chorizos…. Y claro, con la encargada de cuidar el fuego jugando y quizás guardando a su hermano pequeño Quinito y, con los padres Joaquín y Pilar la Raposilla, probablemente acompañados de Alicia y de mi padre Ramón, ocupados en el matadero de Sanzornil (quizás matando algún cerdo, destazando, quizás haciendo chorizos y morcillas) el fuego campó por sus respetos. Y hubo que reconstruir buena parte de la casa que se había terminado de construir el año anterior. La misma está construida sobre un solar que, mi bisabuela Petra “La Raposa”, compró o permutó con las Marianas, en el solar conocido como “El Castro” de Arroyo (como no consigo hacerme con los documentos que den fe de lo anterior, espero que la más ordenada familia de las Marianas puedan documentarme algo al respecto, ya oigo a mi amiga Virginia gritando aquello de ¡Oido, cocina!). Al parecer la piedra con que se construyó la casa inicial se trajo de Condado, de una gran casa en ruinas (¿del palacio de los Porres?). Pero en 1937 o ya no quedaba más piedra en Condado o les salió más barato a Joaquín y Pilar comprarla en Arroyo y se hicieron con las de la ruina de la casa de “Los Capellanes”. El maestro albañil y cantero no podía ser otro que el gran Valentín Fernández de Huidobro. Al parecer tan mañoso como su hermano Gorio, pues fue capaz de reconstruir hasta uno de los escudos de la casa que ya estaba caído en el suelo y algo ajado. ¿Qué donde están esos escudos?. Como al mus, paciencia. Una sola pista, siguen en Arroyo y espero que más pronto que tarde pueda descubrirlos.

Tercera parte Pero bueno, hecho el necesario desahogo anterior en una de mis habituales polémicas para llamar a las cosas por su nombre, al menos por como se llamaron históricamente. Y una vez dejado claro ya cual era la casa de los Capellanes y cual la casa de la Peña, toca centrarse en esta última. Y cumplo con ello la promesa de documentarle esto que le hice a Trini y su marido, pues su respuesta está en los dos folios que acompaño con la foto de la casa. 
Los hermanos Sebastián (más que probablemente escribano real en Burgos y después en Madrid) y su hermano Antonio Diez de la Torre (a este último, por gentileza de la imprescindible Irene Garmilla, le tenemos perfectamente localizado como un rico comerciante de sedas en la Villa y Corte) son los que construyen esta casa en la segunda mitad del Siglo XVI. Creo que en esta casa nacen ya, al menos, dos hijos del matrimonio formado por el hermano mayor, Sebastián, con Clara Rodríguez de Caicedo (en alguna partida he viso escrita la segunda pate de este apellido como Caycedo y me barrunto que era originaria de la ciudad de Burgos, incluso más probablemente de Madrid, aunque algún genealogista, muy ligero en sus investigaciones, la cita como Rodríguez de Huidobro, probablemente para hacerla nacer en Valdivielso, perfectamente consciente de que en la formulación con Caicedo no colaba como oriunda del Valle): Clara y Francisco Díaz de la Torre y Rodríguez de Caicedo. 
La madre, ya viuda en Madrid, testa el 13 de Abril de 1631 ante el Escribano de esta Villa y Corte Don Bartolomé Fernández Sotelo. Sólo incluyo los dos primeros folios de los cuatro en que se resume lo más interesante del mismo y que es lo que me ha animado a publicar esto aquí:
A través de dicho testamento funda, con una dotación tan formidable como son 76.057 reales de vellón de los de entonces una obra Pía consistente en: “Una escuela pública en Arroyo, lugar donde deberá estar <siempre perpetuamente>, donde se enseñe doctrina cristiana, a leer y escribir y contar hasta las cinco reglas y que esto ha de ser precisamente a todos los hijos de Arroyo y a los del lugar de Población a él inmediato, prefiriéndose particularmente la enseñanza a todos los parientes que hubiese de Diez de la Torre “. Resumido lo anterior y como creo que el documento se lee bien, incluso he subrayado lo que considero más importante, por si la respuesta está en el viento, lanzaré al mismo las siguientes preguntas para las que, de momento no tengo respuesta:
Tengo claro que está es la primera escuela pública que hubo nunca en Arroyo, y probablemente también en Valdivieso (lo que fundaron en Hoz los Ruiz Valdivielso fue una escuela de música) y muy probablemente una de las primeras de las Siete Merindades de Castilla la Vieja. Se también que el 8 de Julio de 1873 el patrono era Luís Giménez de Palacio, vecino de Madrid y que la dotación se había visto reducida a 1.100 reales, de los que había que detraer el 20% de contribución que el patronato pagaba en Madrid. El 13 de Agosto de ese mismo año el Alcalde de la Merindad informa a las autoridades educativas que la escuela había quedado desierta por haberse ido los niños a la escuela gratuita (sic). Parece que estas últimas toman la decisión de que se traspase al maestro de esta última el importe que siga aportando el patronato.
Cuarta y última parte
Ahora lanzaré al aire las preguntas para las que no he encontrado respuesta: 
1º.- ¿Dónde estuvo esta escuela?. ¿En la propia Casa de la Peña, ya que sus propietarios vivían en Madrid y el nieto, primer patrono, creo que en aquel momento escribano en Burgos?.
2º.- ¿Por qué razón ese primer patrón, no lo fue el hijo varón de la fundadora y los herederos de este, cuando en el testamente aplica siempre la preferencia del varón de mayor edad?. La respuesta puede estar que este último, aunque nacido en Arroyo, se trasladó a vivir también a Madrid, mientras que la hija se casó y avecindó en Burgos, desde donde era más fácil gestionar el patronato.
3º: ¿Por qué la preferencia de los Diez de la Torre de Arroyo y Población y no de los también muy numerosos Diez de la Peña de Quecedo y de Condado, pueblo este último de donde sospecho que era originario este apellido?. 
4º. ¿Qué importancia tuvo esta escuela para que de Valdivielso saliese un número ingente de escribanos públicos, muy superior al resto de las merindades?. En cualquier caso parece que la preferencia por los del apellido Diez de la Torre despareció, de facto, bien pronto y hay unos cuantos escribanos públicos del Valle con apellidos diferentes (mis García de Huidobro en una escribanía en la Casa del Cantón de Quecedo -la de la Calle la Luna 1 de ese pueblo-, que fue hereditario hasta en cinco generaciones sucesivas, mi abuelito Díaz de Sarabia, incluso nacido en Arroyo, incluso escribanos originarios de los Altos de Valdivielso, sobre todo de Tubilleja, pero que ejercieron en el Valle: Los Diaz de Tudanca, los Real Varona, etc.). ¿Todos ellos estudiarían en esta escuela?

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