Valdivielso visto por H. Colón (Irene Garmilla)

¡FRENA, COLÓN, FRENA!
En la Biblioteca Colombina de la Catedral de Sevilla se conserva una obra de Hernando Colón, uno de los dos hijos de Cristóbal Colón, en la que se describe un pequeño itinerario por «Baldebieso» o «Valdevieso», el cual luego finaliza en el «Val de Nazedo». Lo que veis en la foto no es más que la transcripción de un borrador manuscrito.

He aquí la información que me ha facilitado amablemente la Wikipedia: «Hernando o Fernando Colón (Córdoba, 15 de agosto de 1488-Sevilla, 1539), bibliógrafo y cosmógrafo español. Hijo de Cristóbal Colón y Beatriz Enríquez de Arana.» … «Los códices 10-1-2 y 10-1d-3 de la Biblioteca Colombina de Sevilla contienen su “Descripción y Cosmografía de España”, obra también denominada “Itinerario”. Con este ambicioso proyecto geográfico comenzado en 1517, Colón pretendió "hazer la cosmografía de España y en ella escribir todas las particularidades y cosas memorables". Según Juan Pérez, su criado, para ello "fue necesario enviar por todos los pueblos de España algunas personas que informasen en cada pueblo de los vezinos que había y de todo lo demás que en él hobiese dino de memoria y habida la información la truxiesen por fee de escribanos e de testigos fidedinos". Esta obra quedó repentinamente interrumpida: el 13 de junio de 1523, una provisión real del Consejo de Castilla ordenaba al corregidor de Córdoba que se les retiraran a Hernando Colón y sus colaboradores los permisos para la realización del trabajo.»
La idea era realizar posteriormente unos mapas o planos con las rutas y los caminos de todos los lugares de España, con el fin de que dichos mapas sirvieran de guía a los viajeros. Sin embargo, se ve que al Consejo de Castilla el proyecto le resultó sospechoso y, en consecuencia, decidió que quedara inacabado. Es lo que pasaba, y pasa, a los emprendedores e innovadores allí donde las autoridades velan por que todo siga igual. Nada es inofensivo para ellas. En este caso los altos representantes del clero, la aristocracia y la jurisprudencia se dijeron: «¡¿Que el padre descubrió América, y ahora el hijo quiere inventar el turismo?!¡¡¡Pues hasta ahí podíamos llegar!!!» Y los valles, incluido el de Bieso, quedaron así bien cerrados, por los siglos de los siglos, para que no entraran forasteros con los que pudiera llegar el temido monstruo del progreso. Había que proteger las esencias y los hedores patrios, al menos en los lugares más recónditos. Claro que, a veces, algún nativo salía del reducto y, más tarde, él o sus descendientes volvían con nuevas ideas. Generalmente a estos osados renovadores se les llamaba herejes, afrancesados, progres o locos de la colina. Solían pasarlo mal, porque siempre había inquisidores, censores y gente dispuesta a echar el freno. Y siguen pasándolo mal. También en Baldebieso, la pequeña comunidad «en baxo de una montaña que la sojuzga», donde «las puentes» parecen ahora inservibles, al menos para intentar entablar un diálogo. «¡Shshshsh! ¡Silencio! ¿No ves que el país está durmiendo?...»

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