«ACEMILEROS» MONTAÑESES Y FLAMENCOS -O CÓMO IR DE VALDIVIELSO A FLANDES PASANDO POR LAS CUADRAS REALES- [1ª PARTE] (Irene Garmilla)

Acemilero, oficio noble donde los haya. Me encontré con esta bella y antigua palabra mientras leía algo sobre una obra pía fundada hacia 1560 por FRANCISCO RUIZ DE HUIDOBRO en el lugar de Arroyo de Valdivielso: «… la obra pía que en él fundó Francisco Ruiz de Uidobro, teniente que fue de açemilero mayor de su maxestad, para estribuir pan cocido entre pobres naturales del dicho lugar…».*
Está claro que el término «acémila» nos ha llegado como palabra que se utiliza sobre todo para insultar, ya que equivale a «mulo», «burro» o similares, sin que seamos conscientes a veces del gran servicio que estos animales han prestado durante siglos a la humanidad. De ahí que la expresión «acemilero mayor» pueda sugerir un oficio de poco lustre o, al menos, suscitar una cierta hilaridad. Sin embargo, contra los posibles prejuicios ya advertía en 1547 aquel cortesano, militar, colonizador y cronista llamado Gonzalo Fernández de Oviedo, que había comenzado su carrera cortesana como mozo de cámara del príncipe Juan, el hijo de los Reyes Católicos, y que en su «Libro de la cámara real del príncipe Don Juan» decía lo siguiente: «Offiçio es onrroso, aun que en el nombre no lo paresçe, el de azemilero mayor, e es provechoso en la casa rreal, e siempre le tiene un buen caballero (…) E son a su cargo las azémilas y los azemileros, e los rresçibe e los paga e despide; e tiene çierto número de azémilas e provee las que son menester para la cámara e despensa e cozina e plata e botillería e para los otros offiçios ordinarios de la casa rreal; e manda quáles han de yr al monte por leña para la cozina e brasa, e quáles han de yr por bastimentos e cosas nesçesarias, con paresçer del mayordomo e veedor. Tiene el azemilero mayor buen salario, e es bien aposentado, e dáseles demás de eso un buen mesón para las azémilas e azemileros.»
Según esta brillante descripción, el oficio de acemilero mayor era importante en tiempos del príncipe don Juan de Aragón, que vivió hasta 1497. Desde luego, no lo sería menos en los tiempos de FRANCISCO RUIZ DE HUIDOBRO, del que sabemos, por ejemplo, que en 1561 ya era teniente de acemilero mayor, o sea jefe titular de la acemilería del rey Felipe II, curiosamente el año en que este monarca trasladó la corte de Valladolid a Madrid, por lo que puede suponerse que Francisco Ruiz de Huidobro residió y ejerció su cargo en ambas capitales. Dicho oficio cortesano, según hemos visto, implicaba la responsabilidad de tener a punto el «parque móvil» de animales de carga, para que los suministros de todo tipo llegaran a tiempo al Palacio Real, con el fin de que no les faltase de nada a las personas más principales del reino. ¿Cómo no iba a conocer un valdivielsano el asunto de la arriería y los transportes, si en el Valle estaban habituados a relevar a los arrieros que llegaban por la Ruta de la Lana? Y, si el cargo de acemilero mayor debía ser para un «buen caballero», pues, desde luego, nobleza no le faltaba a un hidalgo de las Merindades. Todas las condiciones se daban para que Francisco Ruiz de Huidobro progresara en la Corte. Además, con su «buen salario» llegaría a tener suficientes dineros para fundar en su pueblo, Arroyo de Valdivielso, un vínculo y un mayorazgo del que saldrían, entre otras cosas, los fondos necesarios para mantener la obra pía que él creó con el fin de socorrer con pan y limosnas a los pobres naturales del lugar. Por otra parte, según estipuló el fundador, y así se dice en los papeles notariales, los ejecutores testamentarios perpetuos serían el concejo y vecinos de dicho lugar.
Sin embargo, a pesar de la buena voluntad del acemilero mayor, tras fallecer su heredero del mayorazgo, ANDRÉS FERNÁNDEZ DE HUIDOBRO, y heredar dicho mayorazgo, en 1660, el hijo de este, JUAN FERNÁNDEZ DE HUIDOBRO Y GÓMEZ-DÍAZ, menor de edad, sucedió que no se pudo resolver la cuestión del patronazgo y de la provisión de fondos para la obra pía sin que tuviera que mediar algún pleito interpuesto por quien era entonces regidor de Arroyo, Francisco Fernández, en nombre del concejo y vecinos del lugar.* Resumiendo: el conflicto surgió en 1660 porque el difunto Andrés Fernández de Huidobro ya se había retrasado con los pagos de los réditos del mayorazgo que financiaban la obra pía y, al parecer, tras fallecer él sin satisfacer la deuda, sucedió que ni la madre de su heredero, quien (según datos de Juanra Seco) sería Francisca Gómez-Díaz, ni el tutor (este último al parecer inexistente) del dicho heredero menor de edad, se dignaban satisfacer dichos pagos, con lo cual el concejo estaba a dos velas, y los pobres sin pan. El regidor de Arroyo, en nombre del concejo, denunció la situación ante los Provisores (jueces diocesanos) del Arzobispado de Burgos, ya que el patrono de la obra pía era en aquel momento, a saber por qué, el párroco del lugar, el licenciado don Martín Alonso de Huidobro, cuando el patronazgo, según lo establecido por el fundador, tenía que ser ejercido por el concejo y vecinos de Arroyo, o por aquel a quien estos designaran.
El pueblo ganó el juicio, al menos en lo tocante a los dineros, y Francisco Fernández, en nombre del concejo, exigía mediante un requerimiento notarial que los pagos atrasados se realizasen en cumplimiento de la sentencia ejecutoria dada por los Provisores del Arzobispado de Burgos, y que dichos pagos se hicieran a través de Francisco Díaz de la Torre, nombrado por el concejo para tal fin. Sin embargo, no hay peor sordo que el que no quiere pagar, y un año después, en un documento firmado en 1661 por el escribano de Villarcayo don Gabriel Varona,* vemos que ni la madre del menor, ni el párroco, se habían dado por enterados, por lo que dicho escribano aconsejaba al concejo que, a través de su regidor, recurriera ante la Justicia Real de las Merindades: «...pedir execuçión de dicha executoria y transación a través de la Justicia Real destas merindades...» Al mismo tiempo, el escribano aludía a que el menor se hallaba indefenso (¿ante quién?) por no habérsele provisto de tutor, y matizaba que no había habido «en el proçesso de dicha executoria defensa plena por el dicho menor...». El hecho es que en 1660 Juan Fernández de Huidobro tenía diez años de edad, y también tenía ocho hermanas (según datos de Juanra Seco), la mayor de 19 años y la menor recién nacida, con lo cual está claro que mucho tutor, mucho pan y mucho dinero para dotes necesitaba la viuda Francisca Gómez-Díaz. Tal vez no se tratara de codicia o tacañería, porque también pudo ser que, con la recesión económica que se produjo en la segunda mitad del siglo XVII, este mayorazgo, fundado por el acemilero mayor muchos años antes, no diera ya réditos suficientes para que sus parientes repartieran beneficios con los pobres. O sencillamente se arrogaban la prioridad los pobres de la familia. A veces resulta difícil distinguir entre los pobres de solemnidad, que pedían ayuda abiertamente, y los pobres vergonzantes, o sea, aquellos hidalgos de gotera que tenían que disimular, por vergüenza, su escasez de recursos. Pleitos y más pleitos: los pobres de solemnidad, como siempre, a pedir a la puerta de la parroquia, y el fundador del mayorazgo, Francisco Ruiz de Huidobro, revolviéndose en su tumba al ver cómo en su pueblo sus herederos hacían caso omiso de lo que él había dejado establecido.
Pero no es esto lo más interesante aquí, aunque estas actas siempre son de agradecer, pues nos dicen bastante sobre cómo era el día a día de las familias hidalgas y sus obras pías. Lo que de verdad me interesa, dejando a un lado la cuestión de los conflictos que suscitaban las herencias y los patronazgos, es que algo más, y mucho más rentable, hizo el teniente de acemilero mayor por su familia arroyana: conectarla con Flandes. Veamos cómo.
En la Corte se conocieron y entablaron amistad FRANCISCO RUIZ DE HUIDOBRO, natural de Valdivielso, y PEDRO DE LIRA (en realidad Pieter van Leersen), natural de los Estados de Flandes, con lo cual nació la conexión «flamencomontañesa». Y no, no es que me invente yo esta palabra tan complicada, sino que la misma aparece así, por ejemplo, en el “Diccionario biográfico de la Real Academia de la Historia”, donde explican, entre otras cosas, cómo se formó lo que llaman «una familia flamencomontañesa bien situada en la Corte española». Se dice textualmente que PEDRO DE LIRA era «de familia aristocrática originaria de la villa de Lier, en el Brabante español» y que «comenzó a servir en la acemilería de la Corte, como teniente de acemilero mayor, merced a su amistad con el titular de este empleo Francisco Ruiz de Huidobro, con el que emparentó al contraer matrimonio con CATALINA DE HUIDOBRO. El hijo de ambos, JUAN DE LIRA Y HUIDOBRO, se empleó también como acemilero mayor de Felipe III y Felipe IV, hasta su nombramiento, en 1634, como pagador general de Flandes.»
Así pues, el primer retoño flamencomontañés, JUAN DE LIRA Y HUIDOBRO, nació en Madrid, siendo bautizado «en la parroquia de San Justo el 27 de mayo de 1587, y fue hijo de PEDRO DE LIRA, teniente de acemilero mayor del Señor Felipe II, natural de la Villa de Liera, en Flandes, y de DOÑA CATALINA DE HUIDOBRO, natural de Arroyo, en el Valle de Valdivielso, vecinos de Madrid. Sirvió a los Reyes Felipes III y IV de su Acemilero mayor, de Pagador General de los exércitos de los Estados de Flandes, de Ministro del Consejo y consejero de la Contaduría Mayor de Hacienda, y de Gentil Hombre de Boca** del Serenísimo Señor Infante D. Fernando»***. También fue caballero de la Orden de Santiago desde 1639. «Cavallero de la Orden de Santiago, del Conssexo y Contaduría mayor de quentas de su Magestad y su pagador General de los exércitos de Flandes», según atestigua el licenciado Gerónimo de Quintana, Comisario del Santo Oficio y Rector del Hospital de La Latina, que fue el administrador de don Juan mientras este residió en Flandes. Juan de Lira y Huidobro falleció en Madrid el 1 de diciembre de 1654.

Aquí vemos ya un cambio cualitativo importante en el devenir de las familias, pues este vástago nacido de la fusión de un linaje flamenco y otro montañés, aunque al principio se inicia en el oficio de acemilero mayor, se aleja enseguida de la acemilería para emprender el camino hacia los altos cargos de la administración pública (y tal vez no se alejó tanto, porque, permítaseme el chiste, acémilas hay en todas partes).
[CONTINUARÁ. NO SE PIERDAN EL PRÓXIMO EPISODIO.]
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* AHPB - Protocolo 3.070 : requerimiento notarial de 1660, ante el escribano Pedro Saravia Villasante, en el que Francisco Fernández, regidor de Arroyo de Valdivielso, requiere al párroco de dicho lugar el cumplimiento de la ejecutoria dictada por los Provisores del Arzobispado de Burgos - folio 330 v-r; y documento firmado en 1661 por Gabriel Varona, escribano de Villarcayo, donde expresa sus consideraciones relativas a la ejecutoria emitida por los Provisores del Arzobispado de Burgos y al incumplimiento de la misma - folio 329 v de dicho protocolo.
** Caballero encargado de servir la mesa del Rey.
*** Joseph Antonio Álvarez y Baena. 1789. “Hijos de Madrid ilustres en santidad, dignidades, armas, ciencias y artes”.

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