Velando a la Reina Juana (Bartolomé Fernández de Quecedo hijo de Alonso Fndez el viejo) Irene Garmilla

 


VELANDO A LA REINA JUANA: Bartolomé Fernández de Quecedo, capellán de Su Majestad y sacristán mayor de la Capilla Real en el Monasterio de Santa Clara en Tordesillas.

̶ Su inventario de la Capilla Real. ̶ Su testamento.
El licenciado Bartolomé Fernández de Quecedo aparece como el último, pero no el menos importante, en la lista de los muchos capellanes enviados a Tordesillas para cuidar la salud espiritual de la Corte Real allí presente, así como la de la propia Juana I de Castilla, aquella reina de voluntad fuerte y espíritu indomable que tildaron de “loca” todos los que ambicionaron la corona de Castilla. El nombre de este valdivielsano figura al final de la lista de capellanes en una nómina manuscrita que se conserva en la Biblioteca Nacional, confeccionada por el secretario Francisco de Eraso en 1555, para liquidar los haberes y trasladar o despedir al personal de la Casa de la Reina Juana, recientemente fallecida. Pero Bartolomé Fernández de Quecedo no fue despedido, sino que se quedaba en Tordesillas y con una misión muy especial: sería el sacristán mayor de la Capilla Real del Monasterio de Santa Clara y, como tal, velaría allí durante casi veinte años por el digno descanso de aquella reina de Castilla que tan agitada vida tuvo. Y, sí, ciertamente digno y apacible fue el descanso de la reina Juana, tanto en el monasterio de Tordesillas como luego en la catedral de Granada, hasta que los delirios de la literatura romántica del siglo XIX, y las distorsiones cinematográficas reaccionarias del siglo XX, se dedicaron a difundir y magnificar las más absurdas y groseras difamaciones de que dicha reina fue objeto en vida, sin atender a lo que la ciencia de la historia puede explicar a partir de documentos de la época.
Para hacernos una idea de cómo era aquella Corte Real de Tordesillas, citaré lo que dice Bethany Aram en su excelente y completo libro “La reina Juana. Gobierno, piedad y dinastía.” Sobre las personas que Fernando el Católico eligió, como leales a él, en 1509, año de llegada de su hija a Tordesillas, podemos leer: «Las nóminas que Fernando suministró en Valladolid nombran a un confesor y a doce capellanes, diecisiete servidores personales, treinta y seis oficiales, hasta doce damas de honor, y cuarenta y nueve guardias armados.» Estos 127 miembros y servidores iniciales de la Casa de la reina Juana llegaron a ser casi 200 en unos pocos años. Otros muchos nombramientos hubo a lo largo del casi medio siglo que duró aquella Corte, y casi siempre se trataba de personas de confianza de Fernando el Católico o, en tiempos de Carlos V, de familiares del marqués de Denia, gobernador de la Casa de la Reina, o personas afines a él : la nómina fue creciendo hasta tener en 1555 catorce capellanes, además de dos mozos de capilla (en algún momento hasta siete) y dos reposteros de capilla, y es que, por ejemplo, las doce damas nobles cuyas almas había que atender en 1509, llegaron a ser con el tiempo quince camareras y ocho dueñas de acompañamiento. Por cálculos de edad, es de suponer que el capellán don Bartolomé Fernández de Quecedo entraría allí en tiempos del emperador Carlos V, el cual lo nombraría a través de sus fieles e incondicionales marqueses de Denia, padre e hijo que fueron sucesivamente gobernadores de la Casa Real de doña Juana y del pueblo de Tordesillas, o quizá a través del conde de Lerma, que asimismo tuvo vara alta durante los últimos años de vida de la Reina, por no hablar de las respectivas marquesa de Denia y condesa de Lerma que, como dueñas de acompañamiento, mandarían lo suyo.
Pero lo cierto es que la inteligente Juana también disfrutaba de la compañía de su propia gente, y tenía su propia “nómina extraoficial”, sobre todo en lo referente a la religión. Según explica Aram, la Reina acordó con el confesor “oficial”, fray Tomás de Matienzo, el dominico que por encargo de los Reyes Católicos había intentado ya en otro tiempo controlarla en Bruselas, que no se molestara en aparecer por Tordesillas, aunque siguiera cobrando los sesenta mil maravedíes anuales que tenía asignados. Ella prefería como «confesor no oficial» a fray Juan de Ávila, uno de los ocho frailes franciscanos del Monasterio de San Francisco de Ávila que desde 1509 estaban en Tordesillas, «encargados de rezar por el alma de Felipe, los cuales recibían ropa en lugar de una paga». Fray Juan de Ávila sería además el tutor de su hija menor Catalina, la única de sus hijos e hijas que convivió con ella.
Para aclarar un poco más cuál podía ser el papel (o papelón) de los capellanes en el Palacio de Tordesillas, hemos de conocer un poco mejor cómo era la religiosidad de la reina Juana. Hay que decir que la preferencia de doña Juana por la Orden Franciscana fue una constante a lo largo de toda su vida. Le gustaban la austeridad y el “recogimiento” tan característicos de la mística franciscana. Siendo aún muy joven, antes de casarse, doña Juana causaba gran preocupación a su madre, la reina Isabel I de Castilla, porque la rebelde infanta rechazaba las manifestaciones externas de la religiosidad, como las misas solemnes o los rosarios en público, y prefería la práctica de la religión en privado, con lecturas y rezos en la intimidad, lo cual no quedaba nada correcto dentro de la familia real, que más bien tenía que demostrar su religiosidad ante los súbditos con la pompa de un brillante ceremonial. Cualquier otra actitud que repudiara el lujo y los excesos del clero, propugnando el ascetismo y el recogimiento, podía considerarse cosa de “alumbrados” o de beatas/beguinas, las cuales en ocasiones resultaban también sospechosas de herejía*. Más tarde, cuando vivió en Flandes, doña Juana, duquesa de Borgoña y archiduquesa de Austria, se relacionó muy estrechamente con una comunidad de franciscanas, las Grises Soeurs, en Bruselas y con otra de clarisas descalzas en Brujas. Asimismo en Tordesillas mantuvo una excelente relación con las monjas del Real Monasterio de Santa Clara, como dice la historiadora Cristina Segura Graiño en su artículo “Utilización política de la imagen de la reina Juana I de Castilla”: « [Juana] vive recogida en Tordesillas en profunda comunicación con las monjas clarisas vecinas, leyendo libros no demasiado conocidos en Castilla en aquel momento, como la "Imitación de Cristo", de Tomás de Kempis, que ella había mandado traducir al castellano e imprimir en su época de Flandes.»
Y grande fue el disgusto de la reina Juana cuando, en 1523, el franciscano fray Juan de Ávila fue despedido por el marqués de Denia. A raíz de esto, ella se negó a confesarse, una actitud que mantuvo con firmeza pese a los muchos confesores que le enviaron. Ni siquiera el ilustre jesuíta Francisco de Borja**, que desde 1551 se pasó cuatro años visitando a doña Juana y debatiendo con ella, pudo conseguir que la Reina aceptara misas y confesiones. Sí consiguió en 1552 colocar a su hija, Isabel de Borja, como dueña de acompañamiento de doña Juana, lo cual le daba un pretexto para hacer visitas, y de paso tenía vigiladas a las otras dueñas, algunas de las cuales eran sospechosas de tender hacia el protestantismo, como fue el caso de la más principal de todas, la beata doña Ana Enríquez de Rojas, lectora asidua de Calvino, que acompañó a la reina Juana desde 1523 hasta 1555, y que sería “reconciliada” en el famoso auto de fe de Valladolid*** en mayo de 1559. Sobre las posibles relaciones de la reina Juana I con alumbrados y protestantes, así como las de su nieta la regente Juana y otras damas castellanas durante la primera mitad del siglo XVI, hay todavía un amplio campo de investigación abierto.
De todo esto podríamos deducir que, el licenciado Bartolomé Fernández de Quecedo, como el resto de los numerosos capellanes, pudo no tener mucho éxito en su relación con la reina Juana en vida de esta, pero sin embargo está claro que su papel cobró gran importancia tras la muerte de la regia dama. Juana I de Castilla falleció a las 6 de la mañana del 12 de abril de 1555, a la edad de 76 años. El Marqués de Denia, gobernador de la Casa de la Reina y del pueblo de Tordesillas, hijo y heredero del primer gobernador nombrado como tal por Carlos V, organizó un discreto funeral, que se celebró 3 días después en la Capilla Real del Monasterio de Santa Clara, lugar donde yació la Reina hasta 1574, año en que Felipe II decidió trasladar los restos de su abuela a la cripta de la Catedral de Granada. Así pues, el féretro de la reina Juana estuvo en Tordesillas durante casi 20 años, y allí se quedó también don Bartolomé Fernández de Quecedo, ejerciendo como sacristán mayor y custodiando los bienes de la Capilla Real, de los cuales al final, poco antes de que se trasladara el féretro, hizo un cumplido inventario, que se conserva en la Real Biblioteca del Palacio Real de Madrid, y cuya transcripción podemos leer completa en https://investigadoresrb.patrimonionacional.es/node/5681 . Comienza así: «Tordesillas, 25 de enero de 1574, en el monasterio de Santa Clara, en el locutorio que sale al patio del pozo, Bartolomé Fernández de Quecedo, capellán de su majestad y sacristan mayor de la capilla real del dicho monasterio donde esta depositado el cuerpo de la catolica reina doña Juana nuestra señora difunta, ante el tesorero Luis de Landa⁰*: [...] dixo a la illustre señora doña ines enriquez abadesa del dicho monasterio que bien sabe en como su magestad a hecho merced al dicho monasterio y a ella en su nonbre de la plata y ornamentos y las demas otras cosas del serviçio de la dicha capilla questan a cargo del dicho bartolome fernandez de queçedo [...]...». A esto sigue una larguísima relación de objetos de culto, paños, arcas, etc. que podéis leer en el enlace arriba mencionado.
Otro documento, mucho más interesante para la historia de Valdivielso, es el testamento de don Bartolomé Fernández de Quecedo, en el que se expresan sus parentescos, su cargo de beneficiado de la parroquia de Santa Eulalia de Quecedo, su deseo de reposar allí post mortem, las posesiones que había reunido en Valdivielso, etc. y sobre todo sus últimas voluntades, tanto espirituales como materiales. Sobre él ya habíamos leído algo en el nobiliario de Luis Varona, “Orígenes de diferentes familias de España”: que era “sujeto de grandes letras” e “hijo de Alonso Fernández de Quecedo, El Viejo, señor de la casa de Fernández del Poyo, y de María Rodríguez”, así como otros datos sobre su familia y actividades. Pero aquí tenemos todavía más y, sobre todo es su voz y su sentimiento, su mensaje a la familia, el deseo de que perduren los bienes y suenen los rezos. En definitiva es mucho lo que transmite este valdivielsano que, para vivir en un mundo complejo en la difícil y espléndida época del tránsito de Castilla al Renacimiento, marchó de su pueblo, pero no lo olvidó y a él deseaba regresar después de muerto, y que en él perdurase su recuerdo.
Vale la pena leer, y es muy de agradecer, esta transcripción realizada por los investigadores que trabajan para Patrimonio Nacional:
Testamento de Bartolomé Fernández de Quecedo, capellán de Su Majestad, sacristán mayor de la Capilla Real del Monasterio de Santa Clara y rector del Hospital Real de Mater Dei de la villa de Tordesillas (1580).
«Medina del Campo, 9 de mayo de 1580. En el nombre de dios amen […] sepan todos los que esta publica escriptura de testamento vieren como yo bartolome fernandez de quicedo clerigo capellan de su magestad y rector y administrador del ospital real de mater dey de la villa de tordesillas […] […] si fallesçiere en esta villa de tordesillas que mi cuerpo sea depositado en la yglesia del dicho ospital de mater dey en la capilla de los señores patrones del dicho ospital debajo de la sepultura del muy illstre señor luis vazquez de cepeda mi señor caballero de la orden de santiago que este en gloria y al señor don luis vazquez de cepeda su nieto que al presente es patron del dicho ospital suplico tenga por bueno de azerme esta merçed y limosna […] yten digo que si dios nuestro señor fuere servido de me llebar desta vida estando en mi tierra que es en el lugar de quecedoen la merindad de valdivielso que es una de las siete merindades de castilla la vieja me entierren en la yglesia perroquial de santa olalla del dicho lugar donde yo soy benefiçiado en la sepultura de mi padre y mando que se saquen de mis bienes treinta mil maravedis y dellos se conpren una heredad u dos si yo no las obiere conprado en vida sobre las quales quiero y es mi boluntad que lo que rentaren estas dichas dos heredades sea la mitad para dotaçion de la sepoltura de mi padre y mia a la qual quiero se pasen los huesos de mi madre y despues que la dicha sepultura sea y quede por mia y del patron y susçesores que yo en este mi testamento nonbrare y de la otra mitad de la renta de las dos tierras que la mitad se gaste en açeite del santisimo sacramento de la dicha yglesia y la otra mitad para el patron que yo nonbrare con que sea obligado a dar al visitador que fuere a visitar la dicha yglesia dos reales para que se aga que se cumpla esta dicha memoria al qual encargo la conçiençia yten mando que el patron que yo nombrare sea obligado a llevar mi cuerpo del ospital de mater dey donde si dios fuere serbido de me llebar me mando depositar a la iglesia de santa olalla a la dicha sepultura arriba dicha y declarada y esto dentro de seis años y antes si fuere posible y por mas obligar al dicho patron digo y es mi boluntad que si pasaren los dichos seis años y no obiere llebado mi cuerpo como tengo dicho que no goçer del dicho vinculo […] y mas mando al dicho patron ponga una piedra labrada con sus letras alrededor y mis armas que digan questa sepultura es de bartolome fernandez capellan de su magestad y beneficiado de la yglesia y esto mando so la misma pena en esta clausula arriba declarada […] al tiempo que mi cuerpo fuere llevado a la yglesia de quezedo el dicho mi patron sea obligado el dia que le lleve a llamar a la clereçia de todo el valle y me agan unas onras solenes y los que pudieren digan misa por mi y mis padres y difuntos les paguen a real por cada misa […] yten mando que luego que luego que yo sea fallesçido se bean las quentas deste dicho ospital de mater dey que ay entre mi y el dicho ospital y bistas y liquidadas paguen el que lo debiere al otro que las de asta agora yo las tengo fenesçidas […] yten digo que yo tengo una escriptura de zenso de ocho mil mrs cada año a razon de a catorze mil mrs el millar sobre los illustres señores don luis vazquez de cepeda caballero de la orden de santiago y doña gregoria de anaya su muger los quales quiero y es mi boluntad que los aya y goçe maria fernandez de valdivielso monja profesa en el monesterio de señor san juan desta villa de tordesillas con que cada un año sea obligada a pagar y pague de los dichos ocho mil mrs a retor y capellanes del dicho ospital las memorias siguientes [Sigue relación de oficios y misas…] yten quiero que de las dichas memorias y cada una dellas sea patron [una vez muerta María Fernández de Valdivielso] el patron ques y fuere del dicho ospital de mater dey […] yten mando a bartolome fernandez quintano mi sobrino hijo de ana fernandez mi hermana ochenta mil mrs por ser como es mi sobrino y por que ruegue a dios por mi anima yten mando se aberigue quenta con marina alonso ama del dicho ospital y mia de todo lo que a mi cargo esta y yo la debo y lo que la susodicha me alcançare se le pague y demas desto se la den de mis bienes quatro mil maravedis por que ruegue a dios por mi anima […] yten digo y declaro que yo tengo hecho inbentario de los bienes muebles plata preseas ropa libros y bestidos que tengo el qual esta escrito en ocho ojas y media de quarto de pliego y al fin de cada plana rubricado de mi rubrica y en fin de todo el firmado de mi nombre y los bienes en el declarados son mios propios […] yten mando a juan fernandez mi hermano ocho mil mrs en dineros y seis baras de veinte y doseno […] yten mando a maria hernandez y juana hernandez y ana hernandez mis hermanas a cada una dellas dos mil mrs […] yten mando a los hijos y herederos de alonso hernandez mi hermano dos mil mrs yten mando a los hijos y herederos de elvira hernandez mi hermana otros dos mil mrs yten mando a los hijos y herederos de catalina hernandez mi hermana otros dos mil mrs yten mando a los herederos de isabel hernandez mi hermanaotros dos mil marabedis […] yten mando se paguen a ana rodriguez tia de agustina hernandez mata veinte y çinco mil mrs que la debo por otros tantos que me presto en diversas bezes […] yten digo que yo e tenido y tengo intençion y voluntad de dejar una memoria por mi anima y pos las animas de mis padres y de los demas mis difuntos y antepasados [memoria en la iglesia de Santa Eulalia de Quecedo…] de los frutos y rentas de las heredades siguientes: primeramente de las casas altas y bajas con todo lo a ellas anejo y pertenesçiente que yo tengo en el dicho lugar de quecedo que la mitad della obe y compre de mis padres y la otra mitad a mis hermanos y yo las e labrado y reedificado de nuevo yten una bodega que yo tengo en el dicho lugar que obe y compre de teresa alonso vezina del dicho lugar de quecedo yten un parral que esta junto a las dichas casas en el dicho lugar de quecedo yten un pedaço de heredad que yo tengo medio çercado en el dicho lugar adonde diçen ondon de villa que linda con el camino que va del dicho lugar al lugar de poblacion […] yten la huerta que yo tengo que se dize de cuesta de vega ques en el termino del dicho lugar de quecedo con la casa que yo hiçe en ella questa edificada en el pedaço de heredad que yo compre del conzejo del dicho lugar questa metida en la dicha huerta […] yten todas las demas heredades que yo e comprado y comprare de aquí adelante […] yten un linar que yo tengo en el termino del dicho lugar que yo compre de pedro hernandez mi sobrino […] […] nonbro por tenedor y poseedor dellos y por patron de la dicha memoria con cargo de hazer desçir las dichas bisperas y misa cantada y dos reçadas y quatro responsos y pagar los dichos ocho reales en cada un año y llebar la ofrenda y lo demas de suso referido a [mi sobrino] agustin hernandez de mata hijo de garcia de mata criado de su magestad vezino de la puente de valdivielso [sucesión del patronato vía mayorazgo…] yten quiero y es mi boluntad que en este patronazgo y bienes no pueda susçeder ni susçeda ningun mostruo ni mentecato ni loco furioso clerigo frayle ni monja […] […] nonbro por mis testamentarios y esecutores del al illustre señor don luis de cepedacavallero de la orden de santiago vecino de la dicha villa de tordesillas y al reverendo padre fray alonso martinezde la orden de san agustin de la villa de medina del canpo y pedro gonzalez mi primo bicario en el dicho balle de valdivielso y mateo fernandez clerigo benefiçiado en el dicho lugar de quiçedo y bartolome fernandez quintano mis sobrinos […] […] en la villa de medina del canpo […] a nuebe dias del mes de mayo de mil quinientos y ochenta años […]»
Patrimonio Nacional. Investigadores de la Real Biblioteca. https://investigadoresrb.patrimonionacional.es/node/5944
Bonito patrimonio, sin duda, el que dejó en Valdivielso don Bartolomé. Y mucho encanto debía de tener aquella huerta de Cuesta de Vega con la casa que él mismo edificó allí, porque, a pesar de la claridad con que está escrito este testamento de 1580, el heredero tenedor y poseedor Agustín Fernández de Mata [su sobrino] tuvo que pleitear en 1591 contra el escribano Juan Fernández de Quecedo [su hermano (?)], el cual también afirmaba tener derechos sobre la huerta. Este pleito, cuya ejecutoria está guardada en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid (Registro de Ejecutorias, Caja 1690,26), nos permite suponer que don Bartolomé fallecería hacia 1590. ¿Quedará en Quecedo algún vestigio de aquella su casa de Cuesta de Vega? ¿O de todo aquello solo queda ya papel?
Sobre algunos parientes de Bartolomé Fernández de Quecedo, en concreto su cuñado García de Mata y sus sobrinos Fernández de Mata, versará el próximo artículo, y prometo que no será tan largo como este.
Notas:
*«Las mujeres modelo de piedad oficial, como puede ser Isabel la Católica, no ofrecen mayor interés, pues solo suponen el modelo propuesto por la Iglesia al que debe adecuarse el comportamiento del resto de las mujeres [...] La reforma de Cisneros primero y la Contrareforma enunciada en el Concilio de Trento algo después son dos procesos con hondas repercusiones para el desarrollo de las corrientes de espiritualidad femenina que habían prosperado a fines de la Edad Media. Las monjas son sometidas a clausura, las beatas desaparecen paulatinamente, y las normas de conducta religiosa para las mujeres se adecuan a lo que se establece en Trento.»[...] «Los beaterios eran comunidades de mujeres laicas que decidían vivir unidas una vida piadosa muy austera y rígida, sometidas solo a las normas de convivencia que ellas mismas se imponían. [...] Algunos de estos beaterios acabaron convirtiéndose en monasterios de clarisas. Estos conventos de franciscanas o clarisas fueron los centros regulares donde la espiritualidad femenina se expresaba más libremente, como puede comprobarse por las importantes figuras que de ellos surgieron.» Cristina Segura Graiño (Universidad Complutense), “La religiosidad de las mujeres en el medievo castellano”, Revista d’historia medieval, nº2, 1991.
**«Borja ejerció una enorme influencia en el entorno de la princesa Juana tanto en el ámbito espiritual como político. Son conocidas sus gestiones para dilucidar, en 1554, si la anciana reina Juana, recluida en Tordesillas y que había rechazado la confesión en los últimos años, estaba bajo influencia demoníaca (al fin, ya había sido exorcizada en 1516 y 1520); su actitud obedecía, bien a su enfermedad, bien a una sensibilidad próxima al protestantismo.» Doris Moreno, “El protestantismo castellano revisitado: geografía y recepción”, en Michel Boeglin, Ignasi Fernandez Terricabras y David Kahn (dir.), “Reforma y disidencia religiosa. La recepción de las doctrinas reformadas en la península ibérica en el siglo XVI”. Casa de Velázquez, Madrid, 2018.
*** Alfonso Ropero Berzosa, “Judeoconversos y espiritualidad heterodoxa en tiempos de Carlos V”. Cuadernos de Historia Moderna nº 43.2, 2018.
⁰*Hijo del tesorero de Isabel la Católica, Ochoa de Landa, que había sido también pagador de la reina Juana I. Luis de Landa sucedió a su padre en este cargo en 1539.
Ilustración: Retrato de doña Juana como Duquesa de Borgoña, ca. 1500, por el Maestro de Affligem. Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica.

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