TANTOS BUEYES TIENES, TANTO ERES – Los pueblos del “Valdevieso” feudal en el Becerro de las Behetrías.(Irene Garmilla)

 


Tanto eres o, al menos, tanto pagas. Además de conocer a los señores feudales y “oír” cómo sonaban entonces los nombres de nuestros lugares, se vislumbran cosas muy curiosas sobre la historia del Valle en este libro del año 1353, el “Becerro de las Behetrías de Castilla”, porque en algunos pueblos, viendo cómo se estipulaban los tributos, y quién los recibía, se ve reflejada también la escala social existente. Las apariencias siempre han sido y son importantes, qué duda cabe, pero los signos externos de riqueza podían ser mucho más sencillos en la Edad Media: tener dos bueyes, un buey o ninguno.

Así, por ejemplo, vemos que en La Puente de Arenas, lugar de behetría de la llamada Merindat de Castiella Vieja (aquí no se mencionaba todavía la Merindad de Valdivielso como una de las Siete Merindades de Castilla Vieja), quien tenía una pareja de bueyes tenía que dar al señor de la behetría «un almud de pan [0,759 kg], las tres partes de cevada e la quarta de trigo»; pero el que solo tenía un buey daba la mitad de esto, y el que no tenía ni siquiera un buey daba la cuarta parte. Sin embargo, esto era diferente en TejadaSanta María de la Puente, que eran lugares de abadengo y tributaban en exclusiva al monasterio de San Salvador de Oña, al cual pertenecían. En ellos lo hacía toda la población conjuntamente, sin clasificar a los vecinos según sus bueyes: dos fanegas [2x32 kg] el primero, y tres almudes el segundo, de pan mediado (mitad cebada y mitad trigo). Tejada entregaba, además, seis maravedís y una gallina.
Pero por bueyes se medía también el tributo que daba cada vecino al señor de la behetría en ValdenocedaPoblación y Santa Olalla, así como en Quecedo y Valhermosa (en estos últimos, si se trataba de una viuda, esta entregaba una gallina o un maravedí).
Como en cada lugar variaban las cuantías y las formas de los tributos, para no alargar esto, es mejor que lo veáis en las fotografías adjuntas, donde están reunidos todos los lugares del Valle de Valdivielso que aparecen en el Becerro de la Behetrías dentro de la llamada “Merindat de Castiella Vieja”, con los nombres de sus señores respectivos, así como los derechos que se habían de pagar al Rey y a los señores, tal como nuestros antepasados declararon en aquellas fechas, más o menos entre 1351 y 1353. Hay detalles que pueden llamarnos la atención como, por ejemplo, el desglose del actual Puentearenas en los tres lugares que ya hemos mencionado (Santa María de la Puente, Arenas y Tejada) y que más tarde acabarían unidos. Por otra parte, sobre QuintanaToba (“Tuba”) solo se dice que eran “yermos”, o sea que estaban despoblados. El Almiñé y Tartalés de los Montes ni siquiera aparecen mencionados (hay que pensar que las pestes y los reclutamientos para las guerras, con las consiguientes hambrunas, despoblaban y hacían desaparecer pueblos enteros en aquellos tiempos, aunque algunos se repoblaran más tarde). También es curioso el caso de Santa Olalla, un lugar que tal vez no tenía decidido todavía si este era su nombre y aparece en una entrada sin nombre alguno (pero el lugar está perfectamente identificado por María Carmen Arribas Magro, tal como explica en su libro “Las Siete Merindades de Castilla Vieja: Valdivielso, Losa y Cuesta Urria”).

Para leer más sobre este tema, o buscar otros lugares de lo que era entonces la Merindad Mayor de Castilla, podéis optar por descargar la transcripción de 1866 (que es la que he utilizado aquí para las fotos) o por el original en los vínculos siguientes:
̶ “Becerro de las Behetrías de Castilla, que se custodia en la Real Chancillería de Valladolid : manuscrito del siglo XIV en el cual se espresan detalladamente la naturaleza y orígen de la nobleza de España y se describe en todo su esplendor el feudalismo nacional en el último tercio de la Edad Media / Escrito al parecer en 1353 por Pedro I de Castilla”. Santander, Librería de Fabián Hernández, Transcripción de 1866:
̶ La transcripción de 1981, “Libro becerro de las behetrías: Estudio y texto crítico”, 3 volúmenes, de Gonzalo Martínez Díez. Esta creo que no está digitalizada, o al menos yo no he podido dar con ella.
̶ Pero los valientes, o los que saben paleografía, o tienen mucha paciencia para aprender, deberían echar un vistazo al manuscrito original del siglo XIV que se halla en la Real Chancillería de Valladolid. Para no tener que desplazarse, aquí tienen en PARES la digitalización del “Libro Becerro de las Behetrías de Castilla” en estado puro y bellamente escrito:
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¿Y quiénes eran los señores que cobraban aquellos tributos?
En el prólogo que escribe el editor de la transcripción de 1866, Fabián Hernández, encontramos la siguiente definición: «Becerro; libro en que, de orden del rey D. Alonso el XI y de su hijo, el rey don Pedro, se escribieron las behetrías de las Merindades de Castilla y los derechos que pertenecían en ellas a la “corona, á los diviseros y á los naturales”.» En dicho libro «se describe con todo su esplendor el poder feudal del último tercio de la Edad Media, en las casas solariegas de los Laras, los Manriques, Girones, Hurtados, Mendozas, Leivas, Sandovales, Bustamantes, Velascos, Salazares, Vedoyas, Sarmientos, Grijalbos, Carvajales, Balbuenas, Cisneros, Castañedas, Estradas, Baezas, Carrillos y Guzmanes, y tantos y tantos otros.» Y, en efecto, eran muchos, incluso demasiados, los que pedían tributo a los vasallos. Podía ser que un mismo labrador, siendo un “hombre de behetría”, tuviera que pagar por un trigal a un divisero y por un majuelo a otro, y por la era de trillar a un solariego de otra familia, y por la huerta a un monasterio, cotizando al señor de behetría como reconocimiento de señorío y por sus favores (por su “bienfetría”, o “benefactoría”, que es el término original), sin olvidar lo que debía aportar al rey para ayudarle en las guerras contra el “infiel” y en otros menesteres. Se suponía que en la behetría los lugareños elegían a su señor libremente, pero esto debió de ser así al principio, pues luego el señorío de behetría se convirtió en algo hereditario, perteneciente a un linaje, y a ver quién se atrevía a decirle a un señor de aquellos que la gente se había hartado de él y quería elegir a otro. Además, mejor estar a buenas, pero la verdad es que lo que en un principio pudo ser la figura de un protector para los vecinos frente a posibles ataques de “los infieles” o de otros señores cristianos, acabó siendo un mero derecho a recaudar tributos.

Fue precisamente el rey de Castilla, Pedro I el Cruel (o el Justiciero, según se mire), quien, tras lo acordado en las Cortes de Castilla celebradas en Valladolid entre agosto y octubre de 1351, organizó las pesquisas para realizar un inventario en el que se viese cómo estaba todo aquel lío de los tributos en los distintos lugares de las 15 Merindades Menores que componían, con sus más de dos mil núcleos de población, la Merindad Mayor de Castilla. Sucedía que la peste negra llevaba ya al menos tres años azotando Castilla, con lo que la producción agropecuaria había descendido notablemente, y las rentas de los hidalgos también. Ya dice el refrán que “Donde no hay harina, todo es mohina” y, al ver menguados sus ingresos, los nobles, los monasterios, y todos los que tenían alguna parte del pastel fiscal, estaban levantiscos, por no hablar de algunos nobles que, a ratos, habían servido más bien gustosos a Alfonso XI, fallecido en 1350, pero no se entendían con el sucesor legítimo. Por una u otra razón, los hidalgos pidieron en aquellas Cortes que se reformaran o suprimieran las behetrías, y que se les mejoraran los ingresos. Con este alboroto, tal vez el nuevo rey viera peligrar, no solo sus realengos, sus monedas y servicios, sus fonsaderas y martiniegas, sino su propia permanencia en el trono, porque aquellos nobles eran más bien unos banderizos, muy eficientes para el combate contra los musulmanes, pero también muy dados a pelear entre sí, e incluso contra el propio rey, si se arreglaban mejor con otro, como pronto se vio cuando muchos apoyaron a Enrique de Trastámara. Todos los nobles pugnaban por consolidar su poder en una época que fue muy turbulenta. Y el rey Pedro I tuvo que transigir : «Que las behetrias sean partidas entre los naturales dellas e que las ayan cada uno de los naturales lo que le y copiere por solariegos, faziendoles yo merçed e dandoles el derecho que en ellas he.», según las actas de aquellas Cortes. Así que, como la cosa iba a ser complicada, y no convenía que los nobles pelearan entre ellos más de lo habitual, pues lo primero de todo, hacía falta un libro donde quedase bien claro qué tenía cada quien. Y, además, escrito en piel de becerro, para que fuese consistente y duradero. De ahí su nombre.
En el Becerro, como podéis ver en las fotos adjuntas, se mencionan los nombres de los señores que ejercieron su dominio en las distintas poblaciones del Valle de Valdivielso en torno a 1352, ya fuera como señores de behetría, o como señores naturales, diviseros o solariegos. Veamos brevemente quién era quien, o el “who is who” de los que fueron poderosos en el Valdivielso de aquellos tiempos:
̶ Pedro Fernández de Velasco y Castañeda fue el abuelo del famoso Pedro Fernández de Velasco y Solier, primer conde de Haro. Consiguió formar “un vasto dominio señorial y territorial, fundamentalmente mediante la herencia de sus padres, su enlace matrimonial, las donaciones regias y sus propias adquisiciones”* y llegó a consolidar la Casa de Velasco como la primera nobleza del Reino de Castilla. Por herencia paterna y por lo que respecta al Valle de Valdivielso, don Pedro Fernández de Velasco y Castañeda era señor de behetría plena en ValhermosaQuecedo y Población, y compartida en Santa Olalla (donde además de behetría existiría el abadengo del convento de Santa Clara de Medina y del monasterio de San Martín de Elines); divisero en Panizares y Hoz; y solariego en Valdenoceda. Asimismo por herencia de su padre, Fernán Sánchez II de Velasco, también era señor de behetría en 30 poblaciones más de la Merindad de Castilla Vieja, y tenía señorío solariego en 32 más, como señor único. Aunque tuvo patrimonio señorial en otras merindades menores, el conjunto de su patrimonio estaba centrado en Castilla Vieja y La Bureba. Por herencia de su madre, doña Mayor de Castañeda, tenía además el mayorazgo de la Casa de Salas de los Infantes. Por su matrimonio con María Fernández Sarmiento incorporó a sus dominios Cilleruelo de Bezana. Por donación regia, entre otros dominios, recibió las villas de Briviesca, Medina de Pomar, Neila y Herrera de Pisuerga. Además de otras adquisiciones de menor importancia, en 1370 se compró la villa de Arnedo, en la merindad menor de Logroño. Como más importantes, ocupó los cargos de merino mayor de Castilla la Vieja, y​ camarero mayor de los reyes Enrique II y Juan I de Castilla. En 1360 había traicionado a su rey natural, Pedro I, pasándose al bando de Enrique de Trastámara, con altibajos de fortuna hasta que Enrique asesinó a su medio hermano Pedro y se consolidó definitivamente en el trono en 1369, recompensando generosamente a sus partidarios. Pedro Fernández de Velasco y Castañeda, tras años de servicios diplomáticos y militares a la Corona, murió en 1384 a causa de la peste durante el sitio de Lisboa.
̶ Don Nuño, es decir, Nuño de Lara y Díaz de Haro, señor de Lara y de Vizcaya: su padre fue el poderoso Juan Núñez III de Lara, hijo de Fernando de la Cerda y de Juana Núñez de Lara, nieto del infante Fernando de la Cerda y, por tanto, bisnieto de Alfonso X el Sabio. Juan Núñez III de Lara fue señor de la casa de Lara y señor consorte de Vizcaya, además de ostentar los cargos de mayordomo mayor y alférez del rey Alfonso XI. La esposa de don Juan, y madre de Nuño, fue María Díaz de Haro II, que era señora de Vizcaya por ser hija de Juan de Haro “el Tuerto”, hijo de la primera María Díaz de Haro, también señora de Vizcaya.
A don Nuño, como único hijo varón, le hicieron Señor de Lara y de Vizcaya a los tres años de edad, en 1352, tras la muerte de su padre en misteriosas circunstancias en Burgos en noviembre de 1350, y habiendo fallecido ya su madre, doña María Díaz de Haro II. La breve y agitada vida del pequeño terminaría un año más tarde en Bermeo, donde sus partidarios lo tenían refugiado y a la espera de embarcar, porque a Nuño lo estaban persiguiendo desde Castilla las tropas del valido Juan Alfonso de Alburquerque, fieles al rey Pedro I el Cruel. Este rey ya había asesinado salvajemente al noble cántabro Garci Lasso II de la Vega, partidario y protegido de Juan Núñez III de Lara, padre de la criatura. [Todo venía de que don Juan habría sido propuesto para la sucesión del trono a la muerte de Alfonso XI, sobrevenida esta a causa de la peste bubónica durante el asedio de Gibraltar en 1350. No se sabe con certeza todo lo que sucedió más tarde en Sevilla, y luego en Burgos, entre Pedro I y Juan Núñez III de Lara (este último volvía de Gibraltar acaudillando a nobles vizcaínos y a otros señores de la guerra de las Montañas de Burgos y de Cantabria, y había asumido el mando de todas las tropas reales en Sevilla, mientras Pedro estaba enfermo de la peste, a la que sobrevivió contra todo pronóstico). Tampoco se sabe si la muerte de don Juan Núñez III de Lara en Burgos fue también por la peste, o porque llevaba casi veinte años hostigando a la Corona con su enorme poder guerrero, pero el hecho es que sus partidarios, por si acaso, tenían escondido en Palencia al pequeño Nuño, único hijo varón, y, tras morir don Juan, partieron con él velozmente hacia el Señorío de Vizcaya con las huestes del rey Pedro pisándoles los talones.]
Cuando se publicó el Becerro, en 1353, don Nuño ya había fallecido, y la Señora de Lara y de Vizcaya sería en realidad la hermana del niño, Juana de Lara y Díaz de Haro, pero en el pergamino quedaría escrito el nombre del infortunado don Nuño, como señor de behetría o natural de numerosos lugares, aunque su trayectoria hubiese sido tan breve. Don Nuño aparece en el Becerro de las Behetrías como único señor solariego de Arroyo de Valdivielso; señor de la behetría compartida de Hozy también señor natural en este lugar; y como uno de los señores naturales en PanizaresLa Puente de ArenasValdenocedaPoblaciónValhermosa y Quecedo.
̶ Juan García Manrique: Nació hacia 1300 y falleció a finales de 1353. Sucedio a Garci Lasso como Adelantado Mayor de Castilla en 1351. Estuvo casado con doña Juana de Rojas, pero falleció sin descendencia y le heredaron sus sobrinos. Entre estos herederos estaba su sobrino Garci Fernández Manrique II, al que había criado y tenido con él en la Corte de Alfonso XI y luego en la de Pedro I el Cruel. Ambos habían ostentado el cargo de Merino Mayor de Castilla. Son los herederos de Juan García Manrique de Lara los que aparecen como señores en Valdivielso, porque él , al parecer, ya había fallecido cuando se publicó el inventario.
̶ Garci Fernández Manrique II (ca. 1310-1362): Jefe de la Casa de Manrique de Lara, quinto de su linaje. Fue hijo de Pedro II Ruiz Manrique de Lara y de Teresa Sotomayor. Como ya hemos dicho, era sobrino de Juan García Manrique. Al igual que su tío, poseía muchos pueblos, y aún tuvo más después, al heredarle. Ambos, tío y sobrino, guerrearon duramente entre 1333 y 1336 junto a Alfonso XI contra el rebelde Juan Núñez de Lara III (el padre de don Nuño) hasta someterlo. Garci Fernández Manrique de Lara II luchó también en Andalucía contra los “infieles” en El Salado (1340), Algeciras (1343) y el sitio de Gibraltar (1350). No se sabe a ciencia cierta si murió en combate durante las guerras con los aragoneses o a consecuencia de la peste, o por ambas cosas a la vez, pero se da como fecha de su fallecimiento el 12 de septiembre de 1362.
Llegó a ser uno de los Ricos Homes más poderosos de Castilla. En el Becerro de las Behetrías aparece con señorío en 129 lugares. También fue en distintos periodos Adelantado Mayor de Castilla y Merino Mayor de Castilla. Dejó un rica herencia a cada uno de sus siete hijos, sobre todo de tierras ubicadas en la Merindad de Castilla Vieja. En el Valle de Valdivielso, Garci Fernández Manrique II era señor de behetría en Condado de Valdivielso (en la parte que no era de abadengo), y también de PanizaresLa Puente de Arenas y Valdenoceda. También se dice en el Becerro que “los Manriques” eran señores naturales al menos en La Puente de ArenasValdenocedaPoblaciónValhermosa y Quecedo.
Según cuenta Luis de Salazar y Castro en su “Historia Genealógica de la Casa de Lara” (1696), un hijo de Garci Fernández Manrique II, llamado don Gómez Manrique, heredó «el Castillo de Malvecino, la casa de Sotopalacios y heredades de aquel lugar, la heredad de San Pantaleones, diez cargas de pan de renta sobre la localidad de Ovierna y 400 maravedís de renta cada año en el vino de Valdevieso». Ni siquiera beber podían los valdivielsanos sin acordarse del señor de turno.
̶ “los de Villalobos”: Señores naturales en las behetrías de Quecedo, Población y Valhermosa, las cuales eran de Pedro Fernández de Velasco, pero también lo serían en alguna más, donde no aparecen por la razón que se explica más adelante. Se trata de Rodrigo Pérez de Villalobos y sus hijos Lope, Rodrigo y Ferrant Rodríguez de Villalobos (y tal vez otro Ferrant, hijo de este), así como Garci Fernández de Villalobos. Resulta que Rodrigo Pérez de Villalobos y Castañeda estaba casado con una hermana de Pedro II Ruiz Manrique de Lara, por lo que sus hijos eran primos hermanos de Garci Fernández Manrique II, y eso hizo que tuvieran naturaleza y señorío en la mayor parte de los lugares de este, y que a un hijo le bautizaran en su honor como Garci Fernández, según afirma Salazar y Castro.
Y así, en Valdivielso, los vemos también como naturales de las behetrías de La Puente de Arenas y Valdenoceda, y probablemente lo fueran de las de CondadoPanizares, que también eran behetrías de su primo. Hay que decir, como caso curioso, que en Condado de Valdivielso andaban muy despistados, ya que declaran para el inventario que ¡¡¡no sabían!!! quiénes eran sus señores naturales, y tampoco sabían más que lo que tenían que pagar al abad de Oña, pero que de la behetría, que era de un tal Garci Fernández, ni idea. Los habitantes de Panizares estaban asimismo un poco en las nubes, mirando a los Cuchillos más bien, porque afirmaban que tampoco conocían a todos sus naturales. Pero, según la afirmación de Salazar y Castro, lo serían al menos los Villalobos, porque, tanto en Condado como en Panizares, su primo hermano Garci Fernandez Manrique era señor de behetría. Enfín, como los medios de comunicación eran escasos y lentos en aquella época, tal vez en aquellos pueblos no estuvieran seguros de qué señor había fallecido ya, o quién había heredado, o quién había vencido en la última escaramuza, o quién tenía en el momento el favor de la Corona. Por si acaso, ellos preferían no comprometerse. La consecuencia de tanta discreción es que en el Becerro de las Behetrías faltan datos.
̶ “don Pedro” o “don Pedro fijo de don Diego”: En los pueblos del Valle de Valdivielso aparecen sin apellido, pero se ve claro que se referían a don Pedro de Haro, hijo de don Diego de Haro, tal como se le menciona en varios lugares de las Merindades de Cerrato y Castrojeriz. Y, matizando un poco más, diría que se trata de Pedro Díaz de Haro (†ca. 1370), hijo de Diego Fernández de Haro y de Juana de Castro (la que tras enviudar contraería matrimonio con Pedro I el Cruel). En cualquier caso, este don Pedro figura en el Becerro como señor natural en PanizaresLa Puente de ArenasValhermosaQuecedoValdenocedaPoblación y Hoz.
̶ “fijos e nietos de Sancho Sanches (de Velasco)”: Son los señores naturales de Santa Olalla. Sancho Sánchez de Velasco fue Adelantado y Justicia Mayor de Castilla en tiempos del rey Fernando IV, del que fue privado y recibió numerosas donaciones. También fue el fundador del Convento de Santa Clara de Medina de Pomar. Fue padre de Fernán Sánchez II de Velasco, y este le hizo abuelo de Pedro Fernández de Velasco y Castañeda. Sancho Sánchez de Velasco falleció hacia 1315, dejando cuatro hijas y tres hijos, de los cuales, además de Fernán, cabe mencionar a Sancho, Día, Sancha y Ana Sánchez de Velasco.
Este sistema feudal se mantuvo con pocas variaciones hasta bien entrado el siglo XVI. Pero empezaba la Edad Moderna y esto tenía que cambiar, incluso en Castilla Vieja. En la Junta General de la Merindad de Castilla Vieja celebrada en Miñón el 28 de agosto de 1560, fue donde el poder jurisdiccional que habían tenido los señores (encomendado desde 1352 a la Casa de Velasco), nombrando a su capricho los jueces mayores y alcaldes mayores, pasó a manos de individuos nombrados por el rey como tales jueces o alcaldes mayores, o como corregidores. Por otra parte, en los “padrones de moneda forera” de aquel mismo año de 1560 vemos que en Valdivielso aparecen prácticamente todos sus vecinos como hidalgos (salvo dos o tres pecheros en cada pueblo), pues para entonces, de alguna manera, todos descendían de antepasados, más o menos remotos, que habrían acompañado a sus señores a luchar en la Reconquista, o eso pretendían casi todos los valdivielsanos del siglo XVI, pero el caso fue que en dichos padrones lograron inscribirse como fijodalgos más o menos el 99% de los que alegaban tal condición y, si alguno lo tuvo más difícil, lo solucionaría pleiteando en la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid, que para eso estaba. Sin embargo, de hecho, los labradores, por muy hidalgos que fuesen, siguieron pagando rentas a los nobles o monasterios propietarios de las tierras, así como los diezmos, pero el sistema, sobre todo desde 1560, se había vuelto más moderno: la jurisdicción no estaba ya en manos de un noble todopoderoso, el poder ya no era feudal, y la supremacía social la daba fundamentalmente la propiedad de bienes raíces, y no tanto el linaje, porque ese en Valdivielso lo podían tener prácticamente todos, aunque la alta nobleza y la Iglesia siguieran disfrutando de numerosas propiedades.
Aunque se diga lo de “Don sin din, corral sin gallinas”, el hecho fue que, en los siglos XVI y XVII, aquella condición de hidalguía abrió muchas puertas a los valdivielsanos que, aprovechando las nuevas posibilidades y el impulso económico de las riquezas que llegaban del Nuevo Mundo, se decidieron a emigrar a América para ser conquistadores y emprender negocios, o simplemente a Cádiz, o a la Corte para ser funcionarios o militares. Todos los permisos de la Corona que eran necesarios para embarcarse y para mercadear, o la posibilidad de acceder a cargos en la Corte, exigían como requisito previo la limpieza de sangre, y esta venía avalada por la condición de hidalgo. Con sus ganancias y con el permiso de la Corona, aunque ya no tanto con concesión de bienes por parte de esta, sino como hombres libres que, además de sus derechos y sus méritos, tenían buen dinerillo, algunos de estos emigrantes fundaron en la tierra de Valdivielso pequeños mayorazgos, y otros no tan pequeños, para ellos mismos y sus hijos, o para sus parientes. Por otra parte, los vínculos que acompañaban a dichos mayorazgos no siempre se mantuvieron y, entre herencias, compraventas y donaciones, a lo largo de los años sucedió que en los pueblos la titularidad de las propiedades en cierto modo se iba diversificando. Cuando en el siglo XVIII se hizo el Catastro de Ensenada, quedó allí reflejado que lo que había en Valdivielso era, sobre todo, pequeños propietarios, los cuales, si bien seguían tomando en arriendo tierras del Duque de Frías, del Conde de Lenzes o del Marqués de Espinardo y, cómo no, del Monasterio de Oña, sin embargo trabajaban también sus propias fincas. Incluso el clero secular, representado por el Arciprestazgo, se había enriquecido por las donaciones que los hidalgos hacían a los beneficios de las parroquias, lo cual había aumentado su poder y sus influencias frente al clero regular. Los distantes nobles y los poderosos abades habían ido perdiendo poco a poco su esplendor medieval. Los hidalgos valdivielsanos eran unos más ricos, los menos, y otros, la mayoría, más bien pobres, lo que se llamaría “hidalgos de abarca”, pero todos habían ido olvidando el vasallaje feudal. Muchas historias hay en los siglos XVI y XVII dignas de ser contadas. Algunas ya las conocemos, pero otras están aún por descubrir.
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[Como dato curioso de los vestigios que dejó el régimen feudal en Valdivielso, según un apeo que encontré en el Archivo Histórico Provincial de Burgos, resulta que en 1638 el Condestable de Castilla poseía en Valhermosa «un solar de casas, linares, heredades, viñas y otros árboles» llamado «Señorío de Vizcaya», por el que recibía unos pagos anuales en especie que habían de depositarse «en las trojes y bodegas que el dicho Condestable tiene en el lugar de La Puente». Este condestable era don Bernardino Fernández de Velasco y Tovar, titular de la casa y el mayorazgo de los Velasco, y descendiente de aquel señor de la behetría de Valhermosa de 1352. Pero el insólito nombre de este importante y rico solar me hace dudar de que fuera una herencia directa de aquel don Pedro Fernández de Velasco y Castañeda, y me lleva a pensar si no pudo haber una transmisión desde los señores de Vizcaya, o sea, desde los Lara y Díaz de Haro (don Nuño fue señor natural en Valhermosa), hasta los Velasco a través tal vez de herencias, donaciones reales, adquisiciones ..., y que de ahí le viniera el nombre de “Señorío de Vizcaya”... pero me quedo a la espera de que sobre la historia de los Velasco en Valdivielso, 
Juanra Seco
 nos cuente más un día de estos.]
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Por supuesto que todo lo que se refiere a la Edad Media en Valdivielso, y en particular al contenido del Becerro de las Behetrías, lo explica maravillosamente y con todo detalle, pueblo a pueblo, y despoblados incluídos, la medievalista María Carmen Arribas Magro en sus extraordinarios libros “Las Merindades de Burgos (300 a.C. – 1560)” o “Las Siete Merindades de Castilla Vieja: Valdivielso, Losa y Cuesta Urria”, cuya lectura recomiendo a los que quieran saber más sobre aquellos tiempos tan lejanos. Yo, por mi parte, me he limitado, como siempre, a ir contando aquí las cosas que voy aprendiendo, las cuales me resuelven algunas dudas, al tiempo que me generan nuevas preguntas y me sugieren algunos comentarios desde esta ignorancia mía que intento aminorar, pero que también me resulta un acicate para seguir leyendo. Y creo que lo más estimulante para todos en general puede ser la idea de que, si miramos el Valle sabiendo algo de lo que este fue antaño, pues lo veremos con otros ojos, y además seremos más conscientes de que es una tierra que nosotros hemos heredado de aquellos que la habitaron hace muchos siglos, y que otros heredarán en el año 2500 o en el 2800. El horizonte físico no es solo espacio, sino también tiempo. Y la historia hace que los lugares sean más grandes y más poblados.
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Más lecturas accesibles en la Red:
̶* PEDRO FERNÁNDEZ DE VELASCO, PRIMER CONDE DE HARO: UN RICOHOMBRE EN LA CASTILLA DEL CUATROCIENTOS. Diego Arsuaga Laborde. Tesis doctoral, UNED, 2016. – Sobre Pedro Fernández de Velasco y Castañeda véase Capítulo 5, págs 54-70.
̶ “Dominios señoriales y relaciones clientelares en Castilla: Velasco, Porres y Cárcamo”. ̶ Cristina Jular Pérez-Alfaro. Centro de Estudios Históricos, CSIC. ̶ Hispania LVI-1, nº 192, año 1956.
̶ “Dependencia campesina, propiedad de los señores y señoríos en Castilla la Vieja en la Plena Edad Media”. Ignacio Alvarez Borge. Historia agraria nº 19, 1999.
̶ “El corregimiento de las siete merindades de Castilla-Vieja”. Rafael Sánchez Domingo. Cuadernos De Historia Del Derecho, (1), 125, 1994.
̶ “Hombres de behetría, labradores del rey y Königsfreie- Propuestas para una historia comparativa en la formación y primera evolución del feudalismo europeo”. Carlos Estepa. En “Les origines de la féodalité”, Hommage à Claudio Sánchez Albornoz, Santiago Aguadé Nieto y Joseph Pérez (dir.). Editor: Casa de Velázquez. Año de edición: 2000. Págs.120 a 142. No hay descarga gratuita, pero se puede comprar el libro electrónico completo en:
̶ “La nobleza castellana en la Edad Media: familia patrimonio y poder.” Ignacio Álvarez Borge. La familia en la Edad Media: XI Semana de Estudios Medievales, Nájera, 2001.
̶ “Patrimonio, renta y poder de la nobleza bajomedieval peninsular”, Ignacio Álvarez Borge, en Discurso, memoria y representación. La nobleza peninsular en la Baja Edad Media, XLII Semana de Estudios Medievales de Estella-Lizarra, 2015, Pamplona, pp. 83-141.
̶ “Sobre nobleza, rentas regias y señoríos en Castilla la Vieja c. 1290-c. 1350”.Ignacio Álvarez Borge. ANUARIO DE ESTUDIOS MEDIEVALES 50/1, enero-junio de 2020, pp. 31-59
̶ “Historia genealógica de la Casa de Lara”, (1696). Luis de Salazar y Castro. En Madrid : en la Imprenta Real, por Mateo de Llanos y Guzmán.

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