Juan de Valdivieso, un pionero en la conquista de Nueva España con las tropas de Hernán Cortés. – (Irene Garmilla)

 
«PORQUE DE VOS Y DE ELLOS QUEDE MEMORIA...»: Juan de Valdivieso, un pionero en la conquista de Nueva España con las tropas de Hernán Cortés. – Los Valdivieso de México: encomiendas y mayorazgo.

Hacia 1520 marchó Joan de Valdivieso a la isla de Cuba, buscando hacer fortuna y ennoblecer aún más su linaje en el Nuevo Mundo. En 1521 estaba conquistando Tenochtitlán, en la Nueva España, luchando al lado de Hernán Cortés y a las órdenes de Pedro de Alvarado y Contreras contra los mexicas (o aztecas). En 1522, siempre con la expedición de Pedro de Alvarado, marchó hacia el sudeste y participó en la conquista del Valle de Oaxaca. Allí se estableció en la recién fundada ciudad de Antequera, y posteriormente fue nombrado capitán de una expedición enviada a pacificar la cercana Tututepec, en la costa del océano Pacífico. También Guazacualco (al sur del Golfo de México) y Colima (al sur de Jalisco, en la costa del océano Pacífico) fueron otros escenarios de su actividad guerrera. Así lo contaron sus hijos en una memoria* dirigida al Virrey de Nueva España a finales de la década de los 40 del siglo XVI. Y también podemos leer en una cédula real** de 1532, firmada por la reina Isabel de Portugal en nombre de su esposo Carlos V: “... peleando a vuestra costa e mision con vuestra persona e armas a pie y a caballo como leal vasallo nuestro y os allastes en muchas batallas y renquentros... donde fuystes mal herido de muchas heridas de que llegastes a punto de muerte...”. Según el Memorial de los Conquistadores (1604), de Baltasar Dorante de Carranza, Juan de Valdivieso acompañó también a Pedro de Alvarado en la conquista de Guatemala.*****
Pero, ¿quién era este intrépido Joan o Juan, que cambió el Valle de Valdivielso por el de Oaxaca, y la Sierra de la Tesla por la Sierra Madre del Sur? ¿Cómo es que por todo apellido usaba el toponímico “De Valdivieso”? En la bibliografía que he consultado unos dicen que sus orígenes estaban en Quecedo, otros que en Arroyo, y otros se limitan a situarlos en Valdivielso. Pues bien, creo que todos tienen razón, de una forma u otra. Y, en cuanto a apellidos, tenía muchos y de rancia estirpe, como nos relata Luis Varona en su nobiliario. Pero primero vamos al escudo de armas que, «demas de las armas que teneys de vuestros antecesores», le concedió el emperador Carlos V en 1532 por todos los méritos reseñados en la cédula real antes mencionada. Se trata de un escudo en tres partes cuyo dibujo a color se encuentra en el Archivo Ducal de Alba y que está reproducido en el magnífico y muy completo artículo de Ángela Pereda López***, “La concesión de escudos de armas en el virreinato de Nueva España durante la primera mitad del siglo XVI: el caso burgalés”. Dicho artículo, cuya lectura os recomiendo, nos habla también de otros dos burgaleses, Juan Tovar y el doctor Juan de Alcázar, los cuales asimismo consiguieron escudos de armas en la misma época por los servicios prestados en el Virreinato de Nueva España. El boceto del escudo concedido a Juan de Valdivieso se conserva en el Archivo General de Indias (AGI).
Al ver este dibujo, he recordado otro escudo que está en la fachada del número 56 de la Calle Real en Arroyo de Valdivielso. En ambos escudos (cuyas fotos adjunto) aparecen la torre de dos cuerpos, el águila con las alas desplegadas y las flores de lis (en el boceto solo dos flores, mientras que en la piedra vemos cinco), todo ello rodeado de ocho flores de lis, con la única diferencia de que en el segundo escudo estas son cruces flordelisadas y, además, hay una parte añadida: el cuartel con la encina de la que pende un caldero y a la que está atado un perro. Por lo demás, en ambos escudos, los cuarteles están coronados por el yelmo cerrado y orientado a la derecha, aunque las flamantes y enhiestas alas de águila que constituyen la cimera del yelmo en el boceto, en la piedra se convierten en unos plumeros más bien aplanados. No me cabe duda de que quien encargó este escudo de piedra era un descendiente, o al menos heredero, de Juan de Valdivieso y que el cuartel añadido sería de un linaje con el que algún sucesor matrimonió. La inscripción que se ve bajo el escudo de piedra dice que en 1578 reedificó la casa un tal Juan López de Quecedo, habiendo sido fundada esta en 1446 por su bisabuelo Alonso Ruiz de San Román. ¿Serían estos hombres descendiente y antepasado del conquistador, respectivamente? Desde luego, alguna relación existe.
Para los que somos profanos en heráldica, estos cócteles de apellidos que muestran los escudos son un auténtico galimatías. Según dice Francisco Oñate en su obra “Blasones y linajes de la provincia de Burgos”, citando a su vez el “Nobiliario” de Luis Varona (“Origen y descendencia de diferentes familias y casas de España”), el escudo de esta casa arroyana sería, según Varona, de un linaje de apellido Quecedo establecido en Arroyo, pero las flores de lis serían del apellido Arce. Sin embargo, Francisco Oñate matiza que uno de los posibles escudos de armas de los Quecedo también llevaba las cinco flores de lis. Esto vendría de una mayorazga, María de Quecedo, que se casó con un tal García de Arce. Y también afirma Luis Varona en su “Nobiliario” que los Valdivieso de México descenderían de la quecedana «María de Incinillas Huidobro, hija de María de Huidobro, señora de la casa de Huidobro del lugar de Quecedo».
Dicha María de Incinillas Huidobro se habría asentado en Arroyo por su matrimonio con Pedro Alonso de Toba. El cuartel añadido, el de la encina, el perro y el caldero, correspondería a las armas del linaje Ruiz de Beñe, pero lo dejaremos a un lado porque este sería posterior al escudo concedido a Juan de Valdivieso por el emperador en 1532. Así pues, este conquistador, Juan de Valdivieso, sería en realidad un Juan de Incinillas Huidobro y Alonso de Toba, además de, posiblemente, De Quecedo y De Arce y Ruiz de San Román (en el orden que se prefiera), el cual optó por embarcarse un poco más ligero de equipaje, con el fin de empezar una vida nueva, la suya, en un mundo también nuevo, fuera de Valdivielso. A la hora de elegir el escudo de armas que le iba a conceder el emperador, tal vez la nostalgia del pueblo le hizo conservar unas cuantas flores de lis, los lirios del Valle, al tiempo que la alta torre y el águila le hacían soñar con nuevos imperios. Desde luego, le quedó muy bonito. Y sus descendientes estarían muy contentos. También hay en Arroyo otro escudo que presenta similitudes, pero algunas menos, y que se atribuye a los apellidos Saravia de Rueda y Ruiz de Beñe. Entronques, alianzas, descendencias, herencias, elección de apellido a voluntad... la verdad es que las genealogías se enmarañan, y Arroyo, con sus numerosas casas blasonadas, es un escaparate magnífico que da para mucho estudio.
Pero no solo escudos y honores, sino también bienes materiales recibían los conquistadores, principalmente las famosas “encomiendas”: unos lotes de tierras, poblados y almas que les convertían en “encomenderos”, más o menos ricos. Se trataba de favorecer su asentamiento en las tierras conquistadas y de que las hicieran productivas para sí mismos y para la Corona. Con este objetivo se crearon las “encomiendas de indios”, unos poblados de indígenas que, a cambio de protección y cristianización, entregaban tributos en especie (metales, algodón, alimentos) al encomendero o trabajaban directamente para él, frecuentemente en explotaciones mineras. Con respecto a nuestro conquistador, Juan de Valdivieso, se sabe que inicialmente, entre 1525 y 1527 intentó también dedicarse al comercio***, entrando en una red formada con mercaderes burgaleses establecidos en Sevilla, pero los viajes transoceánicos eran muy inseguros, y Juan de Valdivieso no vio perspectivas de grandes ganancias en esta actividad comercial. Un cambio de orientación en su actividad económica vendría inducido tal vez por su relación con el rico e influyente encomendero Bernardino Vázquez de Tapia*(que también había luchado con Pedro de Alvarado en Tenochtitlán), con cuya sobrina María se casó nuestro Juan.
En su «Geografía Histórica de la Nueva España»****, Peter Gerhard dice lo siguiente: « Juan de Valdivieso, aparece como primer encomendero de Etlantongo y Guautla (Guautlilla), junto con la mitad de Tamazola. A su muerte, posiblemente a finales de la década de 1530 [sería más bien la de 1540], las posesiones de Valdivieso pasaron a un hijo, Juan Vázquez de Valdivieso, quien todavía vivía en 1597 (en 1604 se menciona un nieto, el tercer Juan de Valdivielso). La otra mitad de Tamazola correspondió a Alonso de Contreras*, sucedido a su vez en 1559 por un hijo, García de Contreras, quien aparece como encomendero de parte de Tamazola y Etlantongo en 1597-1604, y Valdivieso era el único encomendero de Guautla. Por lo menos Guautla era todavía encomienda privada en 1623.» Y añade Peter Gerhard más adelante: «Cenzontepec fue encomendado en la década de 1520 a Alonso Zimbrón de Vitoria, pero la segunda audiencia lo reasignó a Juan de Valdivieso y a Alonso de Contreras. La mitad que era propiedad de Juan de Valdivieso fue heredada ca. 1540 por su hijo del mismo nombre (en un documento aparece como Juan Vázquez de Valdivieso). Para 1604 el tenedor en tercera generación era otro Juan de Valdivieso. » [Acompañan al texto los mapas correspondientes a estas poblaciones, situadas en el Oaxaca Norcentral.]
Además de estas encomiendas, Juan de Valdivieso pudo dejar algo también en Perú. En 1540 poseería encomiendas en Lima (llamada también Ciudad de los Reyes), consiguiendo en dicho año un acuerdo con el gobernador del Perú para que las mujeres y los hijos de los encomenderos pudieran heredarlas. En 1578 y 1579 hay conservadas en el AGI unas licencias de viaje para ir a Lima a nombre de un Juan de Valdivieso, que sería su hijo o su nieto. Se sabe que en 1534, el conquistador y patriarca de la familia Juan de Valdivieso había obtenido una licencia para pasar al Perú, así como una buena recomendación de Carlos V para el Adelantado Francisco Pizarro, Gobernador de Nueva Castilla (el Virreinato del Perú se crearía en 1542), diciéndole de “Joan de Valdibieso” que era «persona que nos ha servido en estas partes y, con deseo de lo continuar haciendo, se pasa a esa provincia, por lo cual y por ser deudo de criados y servidores míos, tengo voluntad de le mandar favorescer y hazer mercedes en lo que oviere lugar...». Asimismo, el Rey le autorizaba a volver a España cuando quisiera. Sin embargo, Juan de Valdivielso, cuando quiso hacerlo en 1536, solicitó de nuevo y consiguió una licencia de dos años para venir de Perú a España, otorgada mediante una cédula real en la que la reina emperatriz Isabel de Portugal decía expresamente que durante ese tiempo no le serían quitados los indios y que, con lo que rentaran o tributaran dichos indios, se le construiría una casa de piedra o argamasa, «o los materiales los más perpetuos que se puedan haver» y situada en lugar conveniente. Así ya podía marchar tranquilo, pero a nosotros nos surge la pregunta sobre quiénes podían ser aquellos parientes de Juan que eran “criados y servidores” del Rey. También queremos saber cuándo volvió a visitar Valdivielso, si fundó algún mayorazgo, qué aportó a su tierra natal... Esto nos lo aclara en su Nobiliario el propio Luis Varona.
Sobre lo primero, y según el mencionado Nobiliario, un hermano de Juan de Valdivieso fue «Andrés de Valdivieso, continuo de la Princesa, con quien pasó a Portugal[ha de ser Juana de Austria, hermana de Felipe II, que casó con el infante Juan Manuel ] », y otro, «Pedro de Valdivieso, que pasó a la conquista de Nueba España con su hermano». Ambos eran hijos de María de Incinillas Huidobro y de Pedro Alonso de Toba, como el propio Juan, y tomaron también el apellido Valdivieso al marchar del Valle. No sabemos de más parientes al servicio de la Corona, aunque bien pudo haberlos.
Por otra parte, dice Luis Varona que, de su matrimonio con doña María Vázquez de Tapia, tuvo don Juan de Valdivieso a Juan de Valdivieso y Vázquez de Tapia (mencionado antes aquí como Juan Vázquez de Valdivieso) «que sucedió a su padre y fundó mayorazgo de ocho mill pesos de renta y de quatro Villas de Yndios, dexó ordenado en su testamento se impusiesen en renta perpetua cien ducados en cada un Año para reparos de las dos casas de donde descendía: la de [Alonso de] Toba en el lugar de Arroyo y la de Incinillas Huydobro en el de Quecedo.» Esta renta de 100 ducados (37.500 maravedís) la mantuvo en la generación siguiente el heredero don Juan de Valdivieso y Turcios, nieto del conquistador, que no dejó de sentir su pertenencia a los linajes valdivielsanos de los Alonso de Toba y los Incinillas-Huidobro, con lo que los dineros americanos siguieron llegando a Valdivielso en el siglo XVII. Y en 1650 fue precisamente el autor de este Nobiliario que nos gusta tanto, don Luis Varona de Saravia Incinillas y Huidobro, quien, una vez extinguido el linaje de los Alonso de Toba por falta de descendencia, y probando él su ascendencia común con Juan de Valdivieso por la rama Incinillas Huidobro, hizo gestiones ante la justicia de Villarcayo para que se reconocieran sus derechos a la renta como señor de la casa de Quecedo y, eventualmente, «el derecho de la sucesión del mayorazgo de México si allí faltase la del fundador».
Juan de Valdivielso, o tal vez Juan de Incinillas-Huidobro y Alonso de Toba, o comoquiera que se llamase antes de dejar su tierra natal, seguramente no fue a América buscando blasones, como hicieron otros, porque él, como la inmensa mayoría de los valdivielsanos, ya los tenía. Su objetivo principal sería más bien salir de la precariedad económica en la que vivían aquellos “hidalgos de abarca”. Necesitaba convertirse en “hidalgo de espuela" y servir al Rey, con el fin de hacer méritos para recibir bienes y prebendas. Sobre la riqueza que consiguió en forma de rentas y tributos, a partir de las encomiendas que poseía, nos da cumplida información Ángela Pereda López en el artículo antes mencionado***, así como sobre su actividad de comerciante. También nos dice la autora que Juan de Valdivieso fue alcalde de Antequera en 1531 y que se le concedió un regimiento de la Ciudad de México en 1540. De la cuantía de sus rentas en Nueva España se puede deducir que no era uno de los más ricos hacendados, pero creo que sus descendientes tal vez pecaban de llorones cuando pedían ayuda al Rey, hacia 1550, alegando “pobreza y necesidad”*, porque su padre se había gastado todo lo que tenía “en el viaje de Castilla, donde murió”. Desde luego, a un rey había que llorarle, al tiempo que se le recordaban los méritos y servicios del conquistador fallecido. Que el pasaje era caro (unos 18.000 maravedís) es cierto, pero no tanto como para que un encomendero dejara por ello a sus hijos en estado de pobreza si, como apunta Ángela Pereda en su artículo, sus encomiendas llegaron a producir casi 1.000 pesos de oro (500.000 maravedís) en 1560, y más de 1.700 pesos de oro en 1568, sin contar las rentas en especie.
No obstante, esto nos sugiere que, además de gastar en el pasaje, Juan de Valdivieso pudo llevar dineros a su país natal, al menos en sus viajes de 1536 y 1544, para sus padres y su familia en general, como adelanto de la renta que establecería su hijo al fundar el mayorazgo en México. Sobre el último viaje del conquistador Juan de Valdivieso, leemos en el Nobiliario de Luis Varona: «... volvió a estos Reynos el Año de 154(4) y estubo en Valdivieso a visitar a sus padres y deudos, volvió a Madrid de donde salió para las Yndias, atajole Dios estos designios quitándole la vida en pocos días de enfermedad en la Villa de Casarrubios donde adolesció. Su cuerpo fue sepultado en el conbento de la Oliba de religiosos franciscanos, dos leguas de aquella Villa. Dexó en México dos hixos de poca edad.» En el libro de Ángela Pereda López, “La emigración burgalesa a América durante el siglo XVI”, la autora da como fecha del fallecimiento de Juan de Valdivieso el 3 de enero de 1544. Al parecer falleció cerca de Toledo, mientras viajaba hacia Sevilla para embarcarse de regreso a América.
Como anécdota, en la misma ciudad donde se estableció Juan de Valdivieso, o sea en Antequera, en el valle de Oaxaca, en la montañosa región donde se cruzan la Sierra Madre Oriental y la Sierra Madre del Sur, junto al Océano Pacífico, hubo un Francisco de Valdibielso al que en 1575 iba a heredar un sobrino suyo llamado Pedro González de Castro, natural de Tartalés de los Montes, que era hijo de un hermano de dicho Francisco de Valdibielso. La licencia para el viaje de Pedro a Antequera puede verse digitalizada en PARES, como documento conservado en el AGI. El parentesco indica que el fallecido pudo ser un emigrante (conquistador o colono) llamado Francisco González de Castro, que falleció sin descendencia. Esa manía de apellidarse solo “De Valdivielso” cuando salían del Valle, hace que el mundo, y en concreto América Latina, pueda estar llena de personas apellidadas Valdivielso o Valdivieso a las que es muy difícil trazarles el árbol genealógico de su auténtico linaje.
Aunque poco o casi nada se sepa de ellos, en los archivos hay constancia de otros valdivielsanos que en los siglos XVI y XVII partieron hacia las Indias como conquistadores o como colonos en general. El esplendor que se observa (o se observaba, antes de los derrumbes) en cuestión de casonas, torres de iglesias, capillas, retablos, etc., en todos los pueblos de Valdivielso, debe mucho, sin duda, a aquellos emigrantes. Sin embargo, hoy nos costaría levantarles un monumento, sobre todo pensando que las guerras de conquista, lo que se llamaba entonces “pacificar” a los “pueblos salvajes”, costaron mucha sangre, y que se destruyeron culturas y modos de vida con aquellas políticas de “poblamiento” y “evangelización”.
Es cierto que debemos verlo desde la mentalidad de aquella época, que consideraba mayormente como héroes y santos, o al menos como buenos servidores de la Corona, a los que se dedicaban a aquellas tareas de “pacificación” y “evangelización”. Pero resulta difícil desde la mentalidad actual. Sin embargo, por otra parte, en nuestro siglo XXI hay conflictos armados que ocasionan matanzas y riadas de refugiados, hay una economía que está devastando el planeta, hay una explotación que condena a la pobreza a los trabajadores en muchos países del mundo, y hay unas grandes potencias reunidas en los G8 y G20, los reinos e imperios actuales, cuyos dirigentes cuentan con nuestros votos para dejar que todo siga igual. ¿De verdad que hemos avanzado mucho con nuestros espléndidos criterios morales? ¿Tanto como para juzgar a nuestros antepasados de los siglos XVI y XVII, que nunca pudieron votar en sufragio universal a los corregidores, ni al presidente del Consejo Real de Castilla, y mucho menos a virreyes, gobernadores o adelantados, y que iban a la horca si criticaban al rey, o a la hoguera si ponían en duda la religión? Cada época tiene lo suyo, y cada quien es hijo de su tiempo. Y lo bueno es que la historia nos permite entrar en diálogo con Juan de Valdivieso y con otros muchos personajes más o menos cercanos, parientes nuestros de un pasado remoto, y algo aprenderemos de ellos.
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* Francisco A. de Icaza. “Diccionario de conquistadores y pobladores de Nueva España”- 1923. En el apartado “Memoria de las mugeres y hijos que pasaron con Narváez y tienen Yndios”.
**”Nobiliario hispano-americano del siglo XVI”. Madrid : Compañía Ibero-Americana de Publicaciones (1929?). Santiago Montoto.
*** “La concesión de escudos de armas en el virreinato de Nueva España durante la primera mitad del siglo XVI: el caso burgalés”. Ángela Pereda López. Universidad de Burgos. Publicado en “Monarquías en conflicto: linajes y noblezas en la articulación de la Monarquía Hispánica”, 2018.
“La emigración burgalesa a América durante el siglo XVI” Tesis doctoral. Ángela Pereda López. Universidad de Burgos. 1997. Publicada por Caja de Burgos en 1999.
**** Peter Gerhard. ”Geografía Histórica de la Nueva España 1519-1821”. Universidad Nacional Autónoma de México.
***** ̶ Baltasar Dorantes de Carranza – “Sumaria relación de las cosas de Nueva España con noticia individual de los descendientes legítimos de los conquistadores y primeros pobladores españoles”. Escrito en 1604. Paleografiado del original y publicado en 1902 por el Museo Nacional de México.
Otros trabajos de Ángela Pereda López en

Comentarios

  1. Buenas noches, Sr. García Huidobro. Permítame que me presente. Me llamo Jose Antonio Zorrilla Alvarez y ahora mismo estoy jubilado tras haber pasado mi vida en la Carrera Diplomática española. Lo único que se del pasado de los Zorrilla es lo que de ellos dice Bienandanzas e F. Me he quedado de piedra cuando leo que sobre ese apellido se ha escrito ya desde el S. XII. No deseo importunarle pero cualquier dato sobre mi familia que no sea el Bienandanzas sería de agradecer pues para mi todo es oscuridad y silencio. Gracias de antemano. Afectuosamente. Jose A. Zorrilla

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